Image Hosted by ImageShack.us




Querido Y Viejo Tigre Que Duerme:

sábado, 7 de marzo de 2009

Día catorce

Me voy... (cielos, al final me he despertado tardísimo).

Te veo mañana, amor.

Deseame suerte. La necesito.

(te amo)

viernes, 6 de marzo de 2009

Día trece

Viernes. Otro viernes sin ti. ¿Cuántos viernes sería capaz de aguantar sin ti? No tengo ni idea, pero tampoco voy a tener que averiguarlo por el momento. Porque el viernes que viene no tendré la necesidad de estar escribiéndote en el blog. El viernes que viene podré decirte lo que quiera a ti, directamente, a escasos centímetros de ti -¡si es que nos podemos despegar uno del otro!-.

Porque ya te aviso que en cuanto te vea no voy a soltarte fácilmente. Asúmelo: te va a resultar difícil librarte de mí. (Sonrío).

Por cierto, ¿recuerdas el oráculo del que te hablé y que consulto algunas veces? Hoy me apetecía, así que pregunté acerca de nuestro reencuentro. La respuesta es... curiosa. A ese símbolo lo llaman "el trueno" o "la conmoción". En cualquier caso, anuncia una situación intensa, susceptible de provocar miedo o ansiedad al principio (y, en efecto, es lo que a mí me provoca -ya sabes que estoy bastante nerviosa al respecto) pero que después resulta ser agradable, feliz incluso (uno puede reírse del miedo que tenía antes). En todo caso, recomienda tranquilidad. Me gusta mucho este símbolo porque promete mucha intensidad, mucha pasión, aunque no me cabe duda de que va a ser así en nuestro caso. (Vuelvo a sonreír).

Sólo tiene que pasar el sábado, con su horrible viaje, y el domingo... dime, ¿nos veremos el domingo?

Cómo te quiero.

Hasta muy, muy pronto, amor.

jueves, 5 de marzo de 2009

Día doce

Dime cosas bonitas... por favor.

Por ejemplo, ¿todavía afirmas que la distancia no es el olvido? Supongo que no ha cambiado nada entre nosotros, ¿verdad? Todo sigue igual, bien, como hasta ahora.

Sí, me siento... insegura, como habrás deducido. No sé por qué, pero en cierto modo empiezo a tener miedo, no sé, de que te lo hayas pensado, de que vuelvas y me digas algo así como "tenemos que hablar", de que te hayas dado cuenta de que todo fue una ilusión. No me hagas caso. Supongo que es alguna especie de recuerdo del pasado, de esas cosas que se te quedan dentro para siempre y que, aun inconscientemente, sigues temiendo, por muchos años que pasen, por mucho que la situación sea distinta y las personas implicadas también lo sean. Supongo que no puedo seguir repitiendo los gestos aprendidos del pasado porque ya no tienen ningún sentido, pero cuesta desprenderse de ellos. Cuesta desprenderse de la desconfianza y del miedo, y de otros pensamientos que no te voy a contar porque te enfadarías, pero que siguen enraizados, enredados, confundiéndose con los pensamientos sanos y normales.

Y ya sabes cómo soy (un poco al menos). No me da vergüenza pedir lo que necesito, y no me da vergüenza necesitar cosas a veces. Siempre me dices cosas preciosas cuando me escribes pero, por algún motivo, hoy lo necesito más que los otros once días que pasaron. Si acaso esta noche me escribes, ¿qué sería lo que más te apetece decirme? ¿Qué me dirías si estuviésemos juntos, solos, si no nos leyese o escuchase nadie? (Seamos exhibicionistas, yo ya he perdido la vergüenza casi totalmente).

Quiero saber lo que has hecho estos días, dónde has ido, cómo es la gente que has conocido pero, sobre todo, quiero conocer tus procesos mentales, qué has pensado, de mí, de nosotros. Qué decisiones has tomado. Cómo quieres que sea el futuro, nuestro futuro.

Tal vez es demasiado pronto. Al fin y al cabo, todavía nos estamos conociendo, todavía estamos en la primera fase, en la toma de contacto, en el momento de enamoramiento supremo. Es así, y me doy cuenta. Pero esta vez no quiero dejar pasar más tiempo del estrictamente necesario. No quiero dejar pasar esta oportunidad. No me importa precipitarme, por más que exista la posibilidad de que nos salga mal (siendo realistas, esa posibilidad existe). Lo único que quiero es estar contigo y no quiero pensar en resultados ni tratar de adivinar el futuro. No quiero nada más, sólo estar contigo, quererte, amarte.

(Mañana se me habrá pasado, pero hoy tenía que soltarlo).

(Te sigo queriendo).

miércoles, 4 de marzo de 2009

Día once

Oh, cielos, por fin mi pc funciona como un pc normal y no como un pc anciano, renqueante y que ruega poder exhalar su último... ¿qué exhalan los ordenadores?, ¿bits? Como sea. Vaya, que por fin me lo han formateado y tanta velocidad me abruma y me maravilla a partes iguales.

Resulta que al final no había acabado el lunes esto que estoy haciendo. Esta mañana he vuelto a ir, y el miércoles que viene voy otra vez -porque me apetece, básicamente. No sé si se van a poder librar de mí. Jo, me van a tener que tirar por la ventana, o algo así. O engañarme y cambiar el centro de sitio (pero al final les encontraría). Aunque, bueno, me he portado bien, así que no creo que puedan tener quejas. Ya sabes que soy buena siempre. O casi...

De nuevo me siento huérfana de noticias tuyas, de tu voz, de... tantas cosas. Pero bastante has hecho ya. Quiero decir, demonios, estás de vacaciones y todos los días te has puesto en contacto conmigo de alguna manera. Y no sabes cuánto te lo agradezco porque por aquí las cosas no han ido o no están yendo como esperaba. Ahora estoy bien. Es curioso pero creo que si siempre he sido tan constante y responsable para estudiar es, en parte, porque el estudio me anestesia. Si logro un nivel adecuado de concentración -y no suele costarme; lo que me cuesta es ponerme, como a todo el mundo- el mundo desaparece, todo se difumina en negro y sólo existimos los apuntes y yo. Es algo así como cuando estoy contigo, sólo que mucho menos romántico.

(Me he acordado ahora de uno de esos momentos que religiosamente apuntaba en forma de notita en mi registro, con un estilo tan cursi y ñoño que probablemente merezco ir al infierno de escritores de notitas. Fue la primera o la segunda vez que me saludaste. Ya te he hablado de esa nota, y de los violines, y del mundo alrededor congelado, y de todos los malditos clichés que me salen cuando pretendo hablar de algo tan importante como es lo que siento por ti; el amor, en definitiva, que es un sentimiento tan sorprendente en todos los sentidos, tan cambiante, tan... químico, o eso dicen, y que cuando se pretende hablar de él se le llena a uno la boca de lugares comunes tan aburridos que deshonran al propio sentimiento. Es decir, y como no soy capaz de hacerlo -y como hoy estoy hipercrítica, parece-, a lo mejor bastaría con decir, simplemente, que te quiero, o decir algo inventado, o decir algo en un idioma inventado, algo así como "te melon" -en sindarin-, o decir "ijjj libe dijjj", como dices tú, en alemán -jijiji- o decir aquello de "idem" como decían en esa tortura apastelada que es la peli "Ghost" o no decir nada y simplemente besarte, mirarte a los ojos y dejar que te imagines el resto, que traduzcas en palabras, o en imágenes, o en sentimientos, o en lo que quieras, lo que en efecto te estoy diciendo sin hablar cada vez que te miro, cada vez que te beso, cada vez que hacemos el amor).

Ya sabes lo que siento, ¿no? Lo demás sobra (al menos hoy).

martes, 3 de marzo de 2009

Día diez

Unos días más, sólo unos días, y podré abrazarte. Esta noche soy yo la que está tonta, me temo. ¡Ay! Se me está haciendo laaargo. Suelo pensar "hoy es martes, mañana miércoles" y me pongo a contar los días que quedan. O pienso, hoy escribo la entrada para el día diez, entonces quedan cinco, y así, mil veces al día. De lo que tengo que hacer, poco. Menos mal que los exámenes no son nada difíciles y estoy acostumbrada a trabajar bajo presión. Al final es probable que me vaya el sábado -a las 6 de la mañana- y regrese el domingo, hacia el mediodía. O eso espero. Pasarme la tarde del sábado allí no me apetece nada, pero ya conozco algún bar de la zona que no está mal. Entre eso y alguna que otra peli (comedia romántica, no puede ser de otra manera precisamente ahora) supongo que pasará la tarde sin más. Y, además, me animará el hecho de saber que al día siguiente podré verte -a menos que llegues muy tarde. No tengo ni idea de cuándo está prevista tu llegada aquí, por cierto.

Esta mañana me he despertado al oír la vibración del móvil. De hecho, llevaba unas cuantas horas vibrando, pero ya sabes que mi sueño no es tan ligero como el tuyo. En todo caso, me ha encantado despertarme con un mensaje tuyo. Como antes, como los días que me enviabas mensajes a las 8 de la mañana y me despertaba con ellos. Es un poquito como despertarse contigo que es, por cierto, lo que me gustaría hacer todos los días de mi vida... o muchos de ellos, al menos. Y cuanto antes mejor.

A veces me agobio -bueno, no es raro en mí-. Pienso que queda tanto por solucionar, y está el factor suerte, y estoy yo misma, poniéndome obstáculos e impedimentos todo el tiempo, y mis circunstancias personales. Pero quiero que lo hagamos. Quiero que lo intentemos, vivir juntos y, si sólo dependiese de mi voluntad, podría ser ya mismo, en cuanto regresases. Lo malo es que no. Las cosas funcionan de otra manera. Pero ya sé lo que dices. Cada día que pasa es un día menos para que estemos juntos. Me gusta tu optimismo sagitariano. Justo el que a mí me falta (mi ascendente en cáncer me priva de algunos de esos rasgos sagitarianos).

Mañana será otro día (día once, de hecho). Hoy he pasado el día encerrada en casa, estudiando y perdiendo el tiempo (más de lo último que de lo primero) así que cuanto antes me vaya a dormir será mejor.

¿Sabes lo mucho que te quiero?

lunes, 2 de marzo de 2009

Día nueve

¿Te tengo? Bueno, sé que "te tengo". A eso me refería. Sólo se pueden tener cosas materiales, nunca personas, y ni siquiera eso porque lo material nos lo dejamos aquí cuando damos con nuestros huesos en la tierra, en el acto final. Pero no me voy a poner puntillosa (porque suelo serlo, y es un rollo). Te tengo, sí, y comprendo lo que significa.

Estoy mejor. Es simplemente que no me gustan los domingos, y el viernes y el sábado fueron tristes sin ti. Pero no te preocupes, en general estoy bien; a pesar de que tengo mucho que hacer, me tomo mi tiempo. Esta semana estaré liada. La que viene, totalmente libre, como los pajarillos y todo eso. Libre para ti. ¿Qué te apetece que hagamos? Yo ya te conté anoche lo que más me apetece. Jo. Te echo de menos.

Estábamos tan cerca, ¿verdad? Quién lo hubiera dicho. Pudimos habernos conocido hace años, incluso. Pero no, todo llegó cuando debía llegar. Que yo no supiese de tu existencia (ni tú de la mía) y, de repente, nos da por enamorarnos. Qué cosas. Desde un punto de vista determinista, tendría sentido. Desde otro, no determinista, es francamente raro. A mí me gusta que haya sido así. Fueron meses muy intensos y emocionantes, y los últimos aún lo están siendo más -y lo que aún queda por venir.

Por cierto, me tienes que llevar a Londres, ¿eh?, de escapada de fin de semana, no lo olvides. Londres y tú, todo junto, es algo difícil de superar. Me encantaría hacer algo así contigo. Bueno, eso exactamente, pero contigo.

Buenas noches, amor. Pienso en ti -todo el tiempo.

domingo, 1 de marzo de 2009

Día ocho

Domingo. Ha llovido. Muchísimo.

Estoy cansada, cansada de preocuparme por todo lo que pasa. Hoy tampoco ha sido muy buen día que digamos. Ahora tengo que quedarme un par de horas levantada para terminar el trabajo que tengo que entregar, así tendré toda la semana que viene para estudiar. No pienso hacer otra cosa. Creo que necesito estar sola y ahora el momento es perfecto. Y sólo me preocuparé de lo inmediato, estudiar, de nada ajeno a mí.

Y pensaré en ti, en tu regreso. Hasta ahora han pasado ocho días, quedan siete. No sé cómo se va a solucionar lo de mi viaje, pero imagino que tendré que quedarme los tres días. Nunca tengo suerte. Las cosas no suelen salirme bien en ese sentido. En ninguno, en realidad. Menos mal que te tengo. Bueno, que te "tengo". Que estás. Eso.

Te echo tanto de menos que ya no me es posible decir nada más al respecto.

Bueno, sólo la letra de la canción de Air (ya sabes, tu canción, la que te "asigné", aunque en realidad habla de mí):

Cherry Blossom Girl

I don't want to be shy
Can't stand it anymore
I just want to say 'Hi'
To the one I love

Cherry blossom girl

I feel sick all day long
From not being with you
I just want to go out
Ever night for a while

Cherry blossom girl

Tell me why can't it be true

I never talk to you
People say that I should
I can pray everyday
For the moment to come

Cherry blossom girl

I just want to be sure
When I will come to you
When the time will be gone
You will be by my side

Cherry Blossom Girl

Tell me why can't it be true
Tell me why can't it be true

Cherry Blossom Girl
Cherry Blossom Girl

I'll never love again
Can I say that to you
Will you run away
If I try to be true

Cherry blossom girl
Cherry blossom girl

I'll always be there for you
That means no time to waste
Whenever there's a chance

Cherry blossom girl

Tell me why can't it be true
Tell me why can't it be true


(Buenas noches, cariño. Te quiero).

Día siete

"Historias subterráneas"... a veces me expreso de manera extravagante. En realidad, no es tan extraño como suena, no es nada misterioso ni oculto. Sólo se trata de pensamientos, deseos, que rondan por la mente pero que uno no se atreve a verbalizar por considerarlos o bien demasiado ridículos, o bien imposibles, o bien simplemente irrealizables.

Últimamente estoy sufriendo de sobredosis de Jane Austen, Morrissey y comedias románticas, todo a la vez. Me lo pide el cuerpo, pero noto ya ciertos indicios de intoxicación. Todo eso, unido a mi idiosincrasia, me convierte a veces en un objeto tembloroso e inseguro, y francamente irritable. Hoy ha sido, es, un día horrible. Bueno, tan horrible no, pero sí bastante malo. He estado enfadada gran parte de la tarde, no he hecho nada de lo que tenía que haber hecho -y sigo sin hacerlo-, el fin de semana se acerca, y ya no sé si se acerca demasiado rápido o demasiado despacio, no dejo de pensar en el viaje (en el mío) que, para mi gusto, se acerca vertiginosamente, y no dejo de pensar en tu regreso (que se producirá más o menos a la vez que mi viaje) para el que, o esa sensación me da, todavía queda una eternidad. Es decir, estoy hecha un lío y además, no sé por qué, la soledad esta noche me pesa más que cualquier otro día.

Supongo que lo que dices que te preocupa son las "historias subterráneas". Sonrío. Como te he dicho hace dos párrafos, no es nada malo ni nada preocupante. A ver si puedo explicarme: hubo un momento, hace unos meses, en que empecé a replantearme (¡otra vez!) mi vida. Llevaba unos cuantos años recopilando información sobre mí misma, pero nada de lo que descubría parecía tener efectos en un sentido práctico. Solamente pensaba y pensaba, y analizaba y analizaba. Sabía que tenía la vida para algo. Esto es, uno es arrojado aquí, a la vida, y tiene que hacer algo con ella. Eso lo tenía bastante claro, que algo tenía que hacerse pero, ¿qué exactamente? Hay un libro... es un cuento, medio narración medio obra de teatro, de Alessandro Baricco. El personaje es un hombre, un pianista, nacido en un barco. Jamás salió del barco. Una vez estuvo a punto, pero en el último momento se echó atrás. Porque la vida era inmensa, el mundo era inmenso. Él conocía el piano. 88 teclas con las que se podía hacer innumerables melodías. Pero el mundo... es otra cosa. Hay tantas opciones al principio. Cualquier cosa es posible. Yo tuve esa sensación cuando terminé el instituto: me imaginaba en una encrucijada, miles de caminos para escoger y ninguna indicación de adónde me llevaría cada uno de ellos. Lo malo es que en ese momento era una inconsciente y no tenía ni idea de por dónde soplaba el viento. No sabía qué era lo importante ni sabía qué demonios quería. Tenía una vaga idea, que resultó ser errónea, y ese primer paso que di, en ese preciso momento, fue el origen de todo lo que ha sucedido después. Ahora estoy siendo no-determinista, pero sólo estoy intentando explicarme. Después de producirse lo que yo llamo cariñosamente "la debacle" -o el caos-, necesité tranquilizarme un poco. Me retiré del mundanal ruido, como suele decirse -y de una manera bastante literal, además-, y me puse a pensar. Ocupé muchos días con sus noches pensando. Meses, años. Y llegué a algunas conclusiones: la primera y más importante, que quería una vida normal. Mis sueños de grandeza de la adolescencia terminaron, fueron cortados de raíz y lo único que pretendo desde entonces es hallar la normalidad, con su rutina y su placidez. Con su felicidad silenciosa. Para eso, pensé, necesito un trabajo normal, en un sitio normal, una casa normal y una afición, un hobby, normal. Y un chico. Un hombre. Todo eso me tenía en un sinvivir. He imaginado millones de veces ese trabajo -nada que ver con lo que estoy haciendo ahora-, ese país -nunca era España-, esa casa, esa afición y, sobre todo, a ese hombre. Y, en la imaginación, ese hombre tenía rasgos que no se correspondían con los del que fue mi novio. Eso no me inquietaba demasiado, desde luego. La imaginación es la imaginación, y todo lo demás es diferente. Hasta que llegó a inquietarme. Y, de una manera mucho más sutil, llegó la segunda debacle. Silenciosa e inofensiva. Nada que ver con la primera, que tuvo hasta efectos especiales -o esa sensación me dio-. No. Se produjo la debacle, la ruptura, y yo alucinaba de lo fácil que había sido. Y llegaste tú. Más o menos... esto es difícil, porque estoy hablando más o menos de abril del año pasado, y no de noviembre. Ya sabes a qué me refiero. La ruptura -en eso estamos de acuerdo él y yo- se produjo entonces, y no cuando se dijo oficialmente "a partir de ahora pasamos página". Y todavía antes de eso mi imaginación había comenzado a funcionar a toda máquina. Y lo curioso del caso es que, sin ser una copia idéntica, el hombre imaginado se parecía a ti. No físicamente, pero sí en otros sentidos. Él me lo dice, me lo recuerda -ya ves como soy: le hacía a él partícipe de mis fantasías-, me dice "tú querías un hombre así y así, y mira... ahora tienes lo que querías". Jo. Disculpa esto, estoy escribiendo en plan monólogo interior, pero es que hay cosas que no pueden explicarse de otra manera. Las historias subterráneas son las cosas que imaginaba, las cosas que nunca había tenido necesidad de explicar en alto -aunque las discutía con él... pero hablar con él no fue nunca "decir algo en alto", si entiendes lo que quiero decir. Tal vez así entiendas también por qué él sigue siendo tan importante para mí: siempre fue el receptor de mis pensamientos, incluso de esos que nunca se dicen en voz alta, y siempre consiguió explicarme todas las cosas que yo no entendía de mí misma.

Algunas veces, cuando me veías al mediodía sentada sola en una mesa, yo estaba creando nuevas "historias subterráneas". Casi todas referidas a ti, desde luego. Y la mayor parte de las veces me sentía absurda, idiota, por atreverme a imaginar tantas cosas. Trataba de ponerme freno, de autocensurarme, y jamás lo conseguía. Es adictiva, a veces, la imaginación. Y... el caso es que, después, mis "historias subterráneas" comenzaron a tener reflejo en la realidad. Un día noté que me mirabas de cierta manera peculiar y te dije que te habías pillado. Fue la primera vez que me atreví a verbalizar algo de todo aquello. Lo hice en plan tentativa. En plan superheroína, como digo yo -los superhéroes son tan atrevidos porque tienen superpoderes y saben que cualquier lío en que se metan podrán solucionarlo fácilmente. Por eso no les preocupa arriesgarse-. Algunas veces me creo que soy una superheroína y suelto las cosas pensando que podré solucionar cualquier situación que genere, gracias a mis superpoderes. Pues bien, así lo hice, y no te vi nada convencido. No lo estabas entonces, desde luego, pero no me importó porque me lo esperaba. Y después sucedió algo, no sé qué, y recuerdo el mensaje que me mandaste, y yo pensé... bien, exactamente eso: no podía creerme que lo que había imaginado estuviera comenzando a tomar forma en el plano real. Pero así era. Por eso me cuesta -costaba, costó- tanto creerte. Algunas veces me da la impresión de que sigo imaginando. Ya sé qué me vas a decir. Que no imagino nada, que es así, pero entiende mi confusión.

Tú no te planteabas nada. Yo me lo planteaba todo. Para ti, lo que sucedía, las miradas, no significaban nada más que lo que eran: miradas. Yo no dejaba de crear "historias subterráneas". Y, bueno, es que así funciono yo, en realidad. Mi mundo, enorme, es difícilmente visible desde el exterior. Casi todo lo que creo queda ahí guardado, como bajo tierra, y lo que muestro normalmente es muy diferente. Y no es por un afán de aparentar algo o de mostrarme diferente a como soy, es que simplemente no sé hacerlo de otra manera. Lo de dentro y lo de fuera son mundos totalmente distintos para mí, y jamás he aprendido a conciliarlos. Aquí dentro soy una cosa, y ahí fuera soy otra. Como todo el mundo, supongo. Como todo el mundo. Pero tú preguntaste, y aquí tienes tu respuesta. ¿He conseguido explicarme?

Basta por hoy. Te espero. (Te amo).