Pensamientos a las 5 am en un local nocturno
Escenario: un bar nocturno cualquiera, en una ciudad cualquiera. 5 de la madrugada.
Personajes: Victoria, sus pensamientos [los verdaderos protagonistas, y ciertamente dotados de vida propia], amigos de Victoria.
La acción transcurre durante unos quince minutos.
Victoria: (visiblemente aburrida, se apoya en una columna y mira la puerta del local como si esperase ver entrar a alguien o a algo que pueda liberarla del sopor provocado por las cuatro-cinco cervezas que se ha tomado. Cualquiera, cualquier cosa: ese actor famoso obsesión-sexoplatónica-del-mes, una horda de uruk-hai dispuestos a cargar contra cualquier cosa que se mueva, una mariposa que sueña ser habitante nocturno que sueña ser mariposa...)
Amiga de Victoria: ¿Qué te pasa?
Victoria: Nada, estoy cansada... pero bien.
Victoria: (llega esta hora y ya no hay nada que hacer. No se puede seguir charlando, no se puede seguir bebiendo, no se puede seguir pretendiendo que uno se lo pasa bien. Lo único que se hace es mirar, mirar, mirar. Y rezar a los dioses para que ocurra algo. O irse a dormir. Entonces, se sigue mirando a la gente que baila, a la gente que bebe, a la gente que charla –ésos son escasos y los más interesantes, porque se les puede mirar con total libertad, sin riesgo de ser descubierta-. Se mira a sus ropas, a lo que cada uno pretende decir sobre sí mismo con su apariencia, sus gestos, su manera de mirar. Y se hacen conjeturas sobre como será su vida una vez que salgan de aquí, una vez que llegue el lunes y se reincorporen a su vida. Porque un local nocturno durante el fin de semana es como un paréntesis en las vidas de la gente. La música está tan alta para que uno no pueda oír ni sus propios pensamientos. El lugar está tan oscuro para que nadie pueda seguir viéndose a sí mismo, con todo lo que eso implica. Y venden alcohol porque... bueno, el porqué es evidente. Ciertamente, es un buen truco, es un truco buenísimo).
Amigo de Victoria: ¿Te apetece tomar algo más?
Victoria: No puedo tomar nada más. Gracias.
Victoria: (unos momentos más y anunciaré que me marcho. Y, hasta entonces, seguir mirando. No está tan mal. Todo el mundo mira a todo el mundo, aunque no conozco las intenciones, las motivaciones de los demás. Sí las mías, desde luego. Las mías nunca cambian. Soy, por naturaleza y por vocación, una observadora. Me gustaría poder leer en los rostros, en las palabras entre líneas. Me gustaría poder tener, en cada momento, la revelación precisa sobre qué es lo importante y qué no lo es. Diseccionar cada gesto, cada palabra, no es tarea fácil y consume demasiado tiempo. Si supiese exactamente adónde tengo que mirar, si supiese qué debo conservar y cómo debo analizarlo, todo sería mucho más fácil. Pero por hoy ya está bien. Ya lo vi todo. Ya empiezo a aburrirme de veras. Está bien, por hoy).
Victoria: ¿Nos vamos?
... Nos vamos.
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