For Esmé -with love and squalor
Si Esmé existiese –y, quién sabe, quizás exista- le preguntaría por qué le interesa tanto la sordidez.
Si el Sargento X existiese, le preguntaría –no podría evitarlo- si su nombre de pila es Walt. O quizás Buddy.
Si Charles existiese, le preguntaría por qué sus adivinanzas parecen metáforas.
Niños, de nuevo, tantos niños que no hablan ni como niños ni como adultos, niños que no pertenecen al mundo de los niños, ni a nuestro mundo de adultos, ni a ningún mundo salvo el de Salinger, donde los niños se sabe que son niños porque llevan relojes de pulsera demasiado grandes y porque se dedican a hablar con los adultos y a hacerles sentir incómodos diciendo cosas como sólo las pueden decir estos niños: con total honestidad, con palabras rebuscadas, con una frialdad que a mí se me antoja cálida.
Me pregunto de dónde saca Salinger a sus niños –quizás todos son, siempre sean, el mismo niño reinventado, reescrito. Constantemente revisado-. Y por qué algunos, como Esmé, parecen actuar como un bálsamo:
“You take a really sleepy man, Esmé, and he always stands a chance of again becoming a man with all his fac –with all his f-a-c-u-l-t-i-e-s intact”.
camino:
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2 comentarios:
Me gustó mucho esta reseña.
Gracias por tu opinión, Mer, y por tu visita.
Saludos.
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