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Querido Y Viejo Tigre Que Duerme:

viernes, 18 de enero de 2008

Palabras

Soy adicta a los foros de internet, debo confesarlo. Lo que me gusta es leerlos, en realidad, porque soy demasiado inconstante para participar activamente -y dado que leo tantísimos foros distintos, ya sea habitual u ocasionalmente, me sería imposible hacerlo de todos modos. He leído, pues, foros con todo tipo de temáticas ya que curioseo allí donde me es posible hacerlo y los foros se prestan para el curioseo inocente. Es más, me alucina que existan foros para casi todo, para cualquier cosa que se me pase por la imaginación, y eso que mi imaginación se supera a sí misma constantemente.

Podría comentar la rara sensación que deja eso de saber cosas, a veces incluso muy íntimas, de una persona -o un nick- sin que esa persona sepa siquiera que existes -lo mismo nos ocurre a los que escribimos blogs, desde luego, y en eso consiste la cosa, supongo. Y tal vez algún día me dé por escribir una entrada acerca de esto, pero hoy quiero hablar de otro tema distinto: sucede que en la mayor parte de los blogs de temática pareja, amor, relaciones, sentimientos... y todas estas cosas, los mensajes se repiten constantemente. Cosa muy lógica, por otra parte, porque uno que escribe en estos foros lo hace normalmente para pedir consejo si la cosa va mal con el novio/la novia, el/la amante, etc, o para declarar su estado de absoluta felicidad porque las cosas marchan estupendamente en su relación. Y, entonces, otra cosa lógica: las respuestas suelen ser también siempre clavadas. En un caso de ruptura, se aconseja olvidar, cerrar ciclos, no sufrir porque al fin y al cabo el fulanito o la fulanita que te dejó es malvado, o no sabe lo que se pierde, y hay mucha gente en el mundo, y ya verás como enseguida, ¡puf!, todo terminó y eres feliz de nuevo, encuentras a alguien más, y cosas similares. En caso de declararse uno en el éxtasis de la felicidad, la gente, con toda amabilidad, se unirá para compartir esa felicidad y se declararán encantados de verte tan bien, en este momento tan pleno de tu vida, etc, etc. Bueno, es bonito, la verdad. Y supongo que tiene sentido porque si no la gente no escribiría buscando consejo/consuelo/reafirmación o lo que sea que cada uno busque. Pero resulta que yo ahora mismo estoy en un momento escéptico, en uno de esos momentos de ceño permanentemente fruncido y las palabras -que no las intenciones amables- me suenan vacías, me resultan extrañas, como cuando repites una de ellas, una palabra, quiero decir, un montón de veces y al final te da la sensación de que esa palabra y tú no os conocéis de nada.

No sé... a mí me gusta arreglarlo todo con palabras. Escribir me encanta y hablar, cuando no me lo impide mi carácter, me gusta incluso más, pero algunas veces las muy malditas me decepcionan profundamente. Es un problema, en internet sobre todo, encontrarte con que tienes que arreglar algo y sólo lo puedes hacer por escrito, cuando seguramente una mirada sería muchísimo más elocuente. Otras veces me da la sensación de que faltan palabras, de que se deberían inventar más, porque no es suficiente con las que hay. Ya, de acuerdo, ya me sé lo de la economía lingüística; es más, no sólo lo sé, sino que además estoy muy de acuerdo con esa tendencia a economizar que tienen los idiomas (menos el alemán... tal vez soy injusta, pero ese idioma me crispa los nervios, entendedme), pero, no sé, palabras como "tristeza" o... bueno, todas las que se refieren a sentimientos, en realidad, se quedan cortas. ¿Existe sólo una clase de tristeza? ¿Varía la tristeza según la persona que la sienta? Tal vez sí, tal vez cada ser humano sienta la tristeza de una manera distinta. ¡O tal vez no! Quiero decir, igual somos todos muy parecidos en eso, en la forma de sentir, pero yo la verdad es que no tengo ni idea. En la burbuja, una no se entera de estas cosas. En la burbuja, una siente la tristeza como la siente, y hasta puede sentir, algunas veces, la de los demás, pero a su manera, desde luego. ¿Y cómo puedo saber de la tristeza de los demás, o cómo puedo explicar la mía propia, si no encuentro palabras para describirla con toda exactitud?

Ya conozco la respuesta, de todos modos. La exactitud no sirve de mucho en estos casos. Igualmente, las mismas palabras que escuchas todos los días suenan distintas en diferentes voces, en diferentes labios. O tú mismo eres distinto cada vez... Qué bobada. Caigo en obviedades constantemente, y no me doy cuenta hasta después de escribir varios párrafos (muy enredados, por cierto).

Pero bueno, aquí está y aquí se queda. Por si acaso.

miércoles, 16 de enero de 2008

La insoportable gravedad de ser yo

A pesar de que lo parezca, no tengo ganas de dejar el blog abandonado a su suerte. El ciberespacio es grande y comprendo los temores que eso pudiera ocasionarle (a mi blog). Y, aunque sólo aparezca en persona de Pascuas a Ramos, podéis creerme si digo que me hallo presente en espíritu en todo momento. Sí, así, con ruido de cadenas incluido -o esa sensación tengo. En fin, en todo caso, ¿qué más da? Lo bueno de todo esto es que no soy consciente de si alguien me lee o no y, de veras, lo prefiero así.

Tras unas Navidades para olvidar, he decidido dar un paso... bien, enorme, porque yo soy así, en términos generales: o no hago nada de nada, o quiero hacerlo todo de una vez. Así que estoy en conversaciones conmigo misma para convencerme de subirme a un avión rumbo a Alemania. Rumbo a Munich, más concretamente. El hecho en sí no tendría mayor importancia si no fuese porque a) aún no tengo los billetes -con lo cual, en teoría, todavía podría echarme atrás- y ya me muero de miedo, b) aún quedan unas tres semanas y ya he notado dificultades para dormirme por la noche -bendita Dormidina-y c) no tengo ni idea de cómo resolver la parte "técnica" de la cosa. Hablo específicamente del "chute" de medicamentos que me meteré, ya que no sé si convendría hincharme a ansiolíticos antes del viaje en tren -el inconveniente de esto es que no puedo caminar por Madrid si estoy dormida, y más bien me parece necesario estar alerta en dicha situación- o si tomármelos antes de subirme al avión, con lo cual quedaría totalmente desprotegida (o en bragas, dicho así, coloquialmente) para el viaje en tren. Claro, pienso que la solución es, o bien tomar los ansiolíticos antes del tren y antes del avión -no tengo claras cuáles podrían ser las consecuencias-, o bien no tomar ansiolíticos en ningún momento y aguantarme el miedo todo el viaje. Hay una tercera opción -la cuarta es no ir, simplemente-, que consistiría en decirle a mi novio que me golpee la cabeza con un objeto contundente antes del tren y se ocupe de mí durante todo el trayecto -al hospital-, pero esto tiene sus claras desventajas, desde luego, en caso de que pudiese convencerle de dejarme K.O. -y es que él nunca lo haría.

Lo que más me fastidia es que ésta es una oportunidad buenísima en todos los sentidos, y me decepcionaría mucho echarme atrás. El viaje sería corto, algo menos de una semana, con lo cual, en principio, casi ni me daría tiempo de echar de menos mi casa. Además de eso, podría asistir al Carnaval de los alemanes -Fasching para ellos- que, por lo que he oído, es un espectáculo digno de verse. Podría también practicar mi espantoso alemán en vivo y hasta aprender algo del pintoresco dialecto bávaro -que sí, que esto puedo hacerlo también con mi novio... pero vaya, no es lo mismo-, y además de todas estas ventajas, la ventajas típicas de cualquier viaje: nuevos parajes, nuevas personas -¡alemanes, ni más ni menos!-, nuevas costumbres, nueva cerveza... y hasta, ¿por qué no?, nuevos temas para este santo blog que tanta paciencia me tiene. Los inconvenientes, por otra parte, están igual de claros: ¡No quiero ir, demonios! Quiero ir a mi rincón y darme cabezazos contra las paredes blanquitas, acolchaditas... sí, ésas.

Iré, sí, sí, sí, porque dentro de dos días reservamos los billetes y mi novio me preguntará que qué he decidido finalmente, y entonces yo le diré que no me da la maldita gana de ir, así, en tono agresivo-despectivo, pero él pasará de mí -y bien que hará, porque sabe que en el fondo lo estoy deseando- y me reservará un billete, y entonces ya pasará a ser un tema de euros, con los que no se puede jugar mucho, y me veré obligada a ir, claro, porque si voy me moriré de miedo, pero si no voy, perderé varios de esos valiosos euros -soy una materialista, me estoy dando cuenta-, y ya lo siguiente será del todo pesadillesco: me despediré de poder volver a dormir a pierna suelta hasta mediados de febrero como mínimo -o más tiempo, si el viaje me traumatiza-, odiaré a mi novio "para siempre" hasta que llegue el momento de volver a casa y yo anuncie -porque soy una conformista dentro de mi inconformismo- que yo me quiero quedar en Alemania "para siempre" y que no me da la real gana de volverme a España, que no se me ha perdido nada allí, y que me deje en paz, coño. O algo así es lo que preveo que pasará.

Lo voy a dejar aquí porque ya he conseguido aburrirme a mí misma (lo que no tiene mucho mérito tampoco), y no tengo ganas de escucharme más. Ya os iré anunciando -¡hola, posibles lectores, despistados varios que llegasteis aquí por cualquier motivo y gentes en general!- si hay noticias. Que las habrá, ¡maldita sea!