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Querido Y Viejo Tigre Que Duerme:

martes, 22 de julio de 2008

Absurdo

Tengo los ojos envueltos en humo, apenas puedo ver las letras que escribo, demasiados cigarrillos en el cenicero aunque, en noches como ésta, en noches como todas, parece que lo único que se puede hacer es seguir fumando, uno tras otro, uno tras otro, con la ventana cerrada para que el humo envuelva mis ojos y no me deje ver nada.

Esta tarde, mientras me estaba poniendo los pantalones negros, he pensado “ésta no puede ser mi vida, es absurdo”. Es absurda, mi vida, la mayor parte del tiempo. No consigo entenderla. No sé cómo lo hace la gente, es decir, no sé si hay algo que entender realmente, no sé si merecerá la pena tratar de entender algo porque la vida se te va en el empeño. Pero no puedo evitarlo. Es como aquella vez en que me di cuenta de que la libertad de la que creía gozar era una ilusión. La lucha, desde entonces, pasó a ser una búsqueda de la libertad, que no es otra cosa más que una búsqueda de la verdad. Pero, ¿acaso existirá? En fin, nada de esto tiene sentido, como viene siendo ya habitual. El caos se ha convertido en absurdo y a veces veo pasar mi vida como si se tratara de un sueño. Por lo pronto, me siento más real en sueños que cuando no estoy despierta, y eso es un síntoma. No sé de qué, pero es un síntoma.


***


Otra cosa: tiendo a identificarme demasiado con personajes de ciertas películas, de ciertos libros. Hoy vi “El maquinista” y creía que me iba a volver loca. La empatía, en mi caso, es una enfermedad. Aunque creo que es benigno. Definitivamente, ha de serlo. Otras veces, sin embargo, soy extremadamente fría. Tan fría algunas veces que parezco otra persona y, cuando sucede –porque es algo que “sucede”, esto es, de repente me distancio, me alejo miles de kilómetros, literalmente me transformo y sale mi Mr. Hyde particular, el Mr. Hyde que todos llevamos dentro-, cuando sucede, decía, es digno de verse, según me han comentado aquellos que en efecto lo vieron. Me cambian los gestos, la expresión de la cara. No ocurre muy a menudo, ciertamente, pero es algo interesante. ¿Le ocurrirá a todo el mundo?

Y, como tantas veces antes, esta entrada es más bien el producto de una pesadilla que otra cosa. Tal vez también un recurso para ignorar el miedo mientras lo veo acechar(me). Tal vez debería crear una nueva categoría para el blog, ya que las pesadillas, el miedo, el Absurdo, siempre parecen estar presentes y, para ser totalmente honesta, tampoco sé lo que haría sin ellos. En cierto sentido todo esto es incluso reconfortante, ¿no os parece?

domingo, 6 de julio de 2008

El Circo (de los años 20)

Lo digo desde ya: no soporto a los payasos, son inquietantes y tristes, los mimos me producen tal desconfianza que cuando veo uno en la calle tengo que apretar el paso mientras lo miro con cara de alucinada, no me interesan en absoluto los animales entrenados para hacer acrobacias, y de la única vez en mi vida que fui al circo no guardo recuerdo alguno -es más, tal vez solamente soñé que fui al circo-. ¿Por qué, entonces, el Mundo del Circo, ese con mayúsculas, (ese de los años 20 o por ahí, el Circo en todo su esplendor), me parece tan sumamente atractivo?

No tengo ni idea de cómo funciona hoy en día, la verdad. Cuando veo un cartel con un elefante enorme en el centro y una señorita de sonrisa Profident encima del animalito, vestida con maillot de lentejuelas, me entra una pereza enorme y me alegro de no estar obligada a acudir a tal espectáculo. Y, sin embargo, daría cualquier cosa por poder irme al pasado a visitar uno de esos Circos de allá por los años 20, con sus forzudos de músculos hiperbólicos y ridículo bigotito, sus funambulistas de cable suspendido y pértiga y sus fenómenos, que provocaban a la vez pánico, sorpresa, curiosidad y repugnancia en la concurrencia, en un momento en que la concurrencia no había oído hablar en su vida de ese concepto tan famoso de la corrección política y, por tanto, escandalizarse por ver a una mujer con una barba tan poblada como la del abuelo de Heidi o abrir la boca ante la visión de unos hermanos siameses unidos por el torso era justamente lo que se consideraba apropiado.

Hay una película de 1932 en la que el Mundo del Circo aparece representado, imagino, tal y como era entonces. Su título original es "freaks", palabra que se refiere a los fenómenos de aquel circo inquietante, y que es el calificativo que hoy en día muchos se autoaplican, orgullosos de mostrar al mundo su diferencia. Pues bien, aun era yo una niña de ocho años cuando descubrí esta peli -a los ocho años me gustaban las pelis que mi padre grababa en nuestro antiquísimo video, películas como "un gangster para un milagro", "my fair lady" o la propia "freaks" son de esas que me han acompañado durante toda mi vida y, supongo que sí, yo también me siento orgullosa de ser, en cierto modo, una "freak"-, a los ocho años, como decía, descubrí esta película y todavía recuerdo el tremendo impacto que produjeron en mí las imágenes del final, cuando (recomiendo que quienes no hayan visto la peli se salten esta parte) los freaks, en medio de la noche, bajo una tormenta de proporciones bíblicas, se cobran su terrible venganza contra la pérfida Cleopatra. La moraleja de la película es, no podría ser de otra manera, "los freaks son los otros".

Que quede, pues, constancia, de mi admiración por ese mundo misterioso, por aquellas personas que, perseguidas por la mala fortuna desde el nacimiento, se vieron obligadas a entretener a los "normales" mediante la exhibición de sus deformidades, por la figura del funambulista suspendido sobre nuestras cabezas, por la música circense archiconocida, que sólo con escucharla ya induce un estado de ánimo especial, romántico y poético, por el Circo, en definitiva, de allá por los años 20.