Image Hosted by ImageShack.us




Querido Y Viejo Tigre Que Duerme:

domingo, 19 de julio de 2009

...

Attitude is everything

sábado, 4 de julio de 2009

Cosas que han pasado

Ha pasado un mes desde mi última entrada y puedo seguir afirmando que me resulta dulce vivir. No es extraño, en realidad: hay tanta luz, las noches son cortas y agradables y las aprovecho durmiendo, saliendo, jugando. El calor del sol tardío de las 7 de la tarde me da energía, el de por la mañana me despeja. Y, por encima de todo, cada día me siento más enamorada. Todo es bastante dulce ahora mismo.



Escribo poco y leo poco últimamente. Me gusta salir y hablar hasta por los codos algunas tardes, o permanecer callada y concentrada otras. Me gusta tumbarme bajo el sol con mis gafas de sol rojas y dejar la mente en blanco. Me gustan los árboles alrededor y los bichos me molestan menos que de costumbre porque el contacto con la naturaleza me pone de buen humor. Escribo y leo poco, y sé que debería hacerlo más a menudo, pero últimamente no me da por sentirme culpable. El buen humor me vuelve indulgente, incapaz de atribuirme culpas, sea que éstas me pertenezcan o no.



Algunas cosas que han pasado:

-He seguido el "caso Salinger" de forma indirecta. He querido leer poco sobre ello, informarme poco, porque me di cuenta, leyendo un periódico, de que la indignación me invadía. Sí, en serio, me indigné y todo. Precisamente por eso no quise escribir sobre ello en el blog, entonces. El caso es que, gracias a mi novio y a mi ex, ávidos lectores de periódicos y conocedores ambos de mi gran admiración hacia Salinger, me he ido enterando de algunos pormenores del caso y me ha alegrado saber que, de momento, todo va bien para Salinger.

De todos modos, ¿qué es lo que sucedió con Holden? Tengo entendido que desapareció... O tal vez siga en la institución mental, suspendido en el tiempo, eternamente con 16, contando para siempre "una cosa de locos que me sucedió las navidades pasadas, antes de que me mandasen aquí a reponerme un poco".

Leo en un periódico lo siguiente:

Sin embargo, según la juez, "uno de los temas principales de El guardián entre el centeno es precisamente la naturaleza rebelde del protagonista y su tendencia a la alienación depresiva, y repetir el mismo ejercicio para parodiarlo, simplemente porque la sociedad y el protagonista han envejecido, no tiene nada de parodia"(1).

Y me pregunto: ¿de verdad Holden ha envejecido? La sociedad, en efecto, ha cambiado desde 1951. No sé, realmente, si ha envejecido, pero que ha cambiado es indiscutible. ¿Y Holden? No sé mucho acerca de los adolescentes de hoy en día, pero cuando yo leí el libro, en mi adolescencia temprana, me sentí absolutamente identificada -obviamente, ahí comenzó mi larga historia de amor con Salinger-. Tal vez todo haya cambiado, es posible. Han pasado más de 50 años desde la publicación del libro y unos 15 desde que yo lo leí por primera vez. Podría ser, pero me ha sorprendido lo de que "el protagonista ha envejecido".



Más cosas...


-Estoy redescubriendo la sensación de "estar enamorada". Como siempre, se me resisten las palabras, se me quedan atragantadas o, en este caso, me tiemblan en los dedos pero no llegan a escribirse. ¿Por qué? Porque es difícil describir una sensación que, como ésta, cambia tanto según se dirija a una u otra persona. Si me preguntasen cuántas veces he estado enamorada en mi vida, sólo podría responder que, como ahora, sólo una. Pero depende, porque hace 12 años, cuando me enamoré por primera vez, hubiese podido responder lo mismo, y lo mismo hubiese repetido hace cinco años, cuando me enamoré de mi ex. Lo que quiero decir es que cada una de estas experiencias es tan única y distinta a las demás que utilizar la misma expresión para todas ellas me resulta demasiado impreciso, de ahí esta matización (de siete líneas, nada menos). Las palabras quizás se interpongan y obstaculicen mi intento de explicación pero, por suerte, el amor depende de otras muchas cosas, no sólo palabras, y yo ahora mismo lo estoy disfrutando de una manera nueva, completamente desconocida. No sólo eso, mis costumbres, mi ambiente, la gente de la que me rodeo, todo ha cambiado y, en efecto, asisto a la experiencia con los ojos abiertos como platos, pero también la vivo. Y tal vez eso sea lo más importante: que siento que estoy viviendo.

En cuanto a él, al que ya me he dirigido muchas veces en el blog, sólo puedo decir que me hace feliz. Y que me lo comeré a besos en cuanto lo vea, más tarde, o mañana.

(El amor me vuelve impúdica, exhibicionista. Jamás pensé que escribiría de cosas personales de este modo en el blog, que le daría a él pistas para que lo encontrase y lo leyese. Me hubiera muerto de la vergüenza sólo de pensarlo y, sin embargo, aquí estoy: gritando mi amor por él vía blog...)



-Leo poco, pero algo leo. He terminado hace poco "Hermosos y Malditos", mi primera vez con Scott Fitzgerald, y me ha quedado la sensación de que quiero leerle a él, no una traducción. Conclusión: buscaré "El Gran Gatsby" en su versión original.



También, el libro que tengo en mi bolsita de piscina, playa o similares, es "Delta de Venus", de Anaïs. Adoro a Anaïs, no sé si lo había comentado alguna vez. Durante una temporada, gracias a la recomendación de una amiga, estuve devorando los "Diarios". Después me hice con ellos (¡son difíciles de encontrar!) y con el librito que he mencionado. Y me encanta, claro. Me entran ganas de escribir relatos eróticos, de verdad, aunque sé que es un género que no se me da bien.



Quiero releer "El Almuerzo Desnudo".


-Y esto es todo, por ahora. No pasan muchas cosas, no pasan grandes cosas, pero estoy bien así. Mejor que bien.

lunes, 1 de junio de 2009

La vida es dulce

Es dulce vivir, mirar alrededor y ver vida, por todas partes vida, una calle llena de gente que camina, habla, se ríe, piensa y hace innumerables cosas. Están en este mundo por algún motivo, pero el motivo es lo de menos (hoy, en cualquier caso). Lo importante es vivir.

Cada día tengo más claro que la ambición en la búsqueda de la felicidad es un freno a la hora de conseguirla. Suena a imbecilidad, pero yo siempre fui la de las metas altas, la de los retos imposibles, la que siempre quiso llegar más allá porque resultaba que todas las cajas de regalo que recibía estaban vacías, indefectiblemente vacías. El freno me lo puso la propia vida, las propias circunstancias. También soy de las que piensan que hay manos invisibles guiándonos por ciertos caminos así que... tal vez no es extraño que esté ahora en el punto en el que estoy. "Back to basics", como dirían por los países angloparlantes. Un retorno a lo esencial, que no es más que recuperar el contacto de los pies con el suelo, importante es sentir la dureza y firmeza del mismo, y darse cuenta de que, después de todo, las cosas no son tan horribles como suelo imaginarlas y que, cuando la vida se me cruza y decido ir a dar un paseo con ella, suelo volver renovada de la experiencia y con ganas de más. Con una idea muy distinta de la que normalmente mantengo. No está tan mal, después de todo: la vida es dulce.

En ocasiones no, y eso también lo sé. De sobra lo sé. Pero hoy no quiero pensarlo. Funciono por impulsos. Eh. Impulsos meditados, si es que existe tal cosa.

Tengo ganas de que llegue mañana para bajar a la orilla del río, tumbarme y sentir el calor del sol en la cara...

domingo, 24 de mayo de 2009

Dos palabras

Dices que soy negativa, pero no. Simplemente no soy lo suficientemente joven como para ser capaz de engañarme (una vez más) ni lo suficientemente vieja como para conformarme. Dices que soy borde, pero simplemente digo las cosas de la manera en que las siento. Si las digo con dolor, entonces habrás de preguntarte si es sólo mi culpa. Dices que tengo que salir y vivir, pero cuando cada día veo que se me acumulará un fracaso más, cuando me doy cuenta de que no sé cómo arreglarlo porque ninguno de los dos está poniendo nada de su parte, te aseguro que lo último que me apetece es vivir, y mucho menos salir, porque no tienes ni idea de todo lo que has significado y significas para mí.

Decirte que te amo es sencillo. Son dos palabras que soy capaz de articular y nada más. Demostrarte que te amo es otra cosa. Lo hago cuando hago lo que no soy capaz de hacer sólo para que te des cuenta de que estoy a tu lado. Y, aun así, no soy feliz, y eso es lo que más miedo me da. Llevo unas semanas sintiéndome así, sin ver una salida. Y lo dejo pasar porque otra cosa no puedo hacer. Lo dejo pasar y te dejo pasar.

Te estoy dejando ir porque no hay otra solución. Y "te amo"... de hecho te amo, pero eso son sólo dos palabras.

lunes, 20 de abril de 2009

Orígenes

Dos desconocidos se encuentran en un lugar, por cualquier razón (nada extraño), se miran, se dedican un breve pensamiento -"él se parece a...", "ella parece ser..."- que pronto cae en el abismo del olvido. Nada ha cambiado, sólo dos desconocidos que se encuentran, por cualquier motivo.

Segundo encuentro, tercer encuentro. Breves miradas de reconocimiento. Tal vez más pensamientos que se entrecruzan, rápidos, silenciosos, como dos balas disparadas a la vez -con silenciador- por dos pistoleros. Nada importante. La casualidad (¿existe?) haciendo de las suyas. Y el hecho de que, en ocasiones, es imposible no encontrarse.

Pasan los días, las semanas. La casualidad ya no es tal. Los pensamientos, por una de las partes, han comenzado a desbordarse y surgen en todas direcciones. La curiosidad comienza a hacer acto de presencia. Una de las partes se halla activa, uno de los dos desconocidos empieza a "aparecer", a hacerse visible. A surgir. De la nada, podría decirse, aunque no es así. La imaginación se entremezcla, haciendo de las suyas. Ahora ya no es algo como "él se parece a..." sino "él es así y así". Y cuanto más tiempo pasa, y más pensamientos transcurren, y más juegos inventa la imaginación, más fácil es que aparezca en escena un nuevo factor: la atracción.

Lo que no aumenta, comienza a disminuir, así como al revés. Y si los estímulos son constantes, difícilmente disminuirá (esa atracción mencionada). Antes al contrario, puede llegar a convertirse en algo peligroso, algo que amenaza derribar los cimientos del edificio construido durante cuatro largos años. Primero con ilusión, después con tesón, por último, con infinita paciencia. El edificio en su totalidad cae en un momento difícil de precisar. A pesar del estruendo, sorprende darse cuenta de que uno no se dio cuenta hasta mucho tiempo después. Y se echa la culpa a todo: los materiales no eran de primera calidad, los planos estaban mal, el diseño no había por donde cogerlo, los obreros no trabajaron bien... La única verdad, después de todo, es que el edificio no era sino un castillo en el aire. El edificio ni siquiera existía.

Después de la "liberación", una de las partes -la más activa, aquella cuya imaginación trabajaba a destajo- pasa de las miradas breves, de los pensamientos aislados, a un estado de semi idiotez en el que, día y noche, la otra parte implicada lo inunda todo. Ya no hay lugar para nada, salvo para pensar en el otro. Aparece al fin el último factor, tras la atracción: el enamoramiento, o la ilusión del enamoramiento (¿existe alguna diferencia o son términos sinónimos?).

Por desgracia no hay constancia de los procesos mentales de la otra parte, así que puedo calificar esta situación, a estas alturas y sin temor a equivocarme, como la clásica situación de "Hay el amante y el amado, pero estos dos proceden de regiones distintas" (como escribía Carson McCullers). Hay el amante y hay el amado. Y ya digo que en algún momento llegarán a confundirse.

El amante pasa por diversas fases. Cada cosa que el otro hace es un estímulo a su favor. No hay nada que haga mal, todo es perfecto, todo es armonioso y bello. Todo lo que hace el amado merecerá la aprobación del amante en un primer momento. No sólo eso. Todo será un motivo más para seguir enamorándose. Y cada vez habrá más necesidad de observar in situ más comportamientos. El amante analizará minuciosamente todos los movimientos, las palabras, las miradas. A estas alturas, manejará datos más o menos fiables sobre la realidad del amado. Cada dato será mínimo, cómo se llama el amado, cuál es su edad, dónde vive, a qué se dedica. Pero la obtención de cada uno de los datos será un motivo de indescriptible júbilo para el amante.

Pero, puesto que todo existe solamente en la imaginación de una de las partes, no hay garantías reales de que, algún día, el amado pase a formar parte de la vida del amante de un modo activo. Hasta este momento, el alejamiento del amado, el extrañamiento, era algo considerado natural por el amante. Hasta este momento, digo, en el que todo habría podido dar un giro de 180º y el enamoramiento, real o imaginado, podría haberse desvanecido de la misma manera en que apareció.

A partir de aquí, hay dos posibilidades:

Situación uno: el amante comienza a acusar los efectos del alejamiento del amado. Además del cambio operado en su estado de ánimo -de la alegría a la tristeza, de la satisfacción a la impaciencia-, el amante se comenzará a preguntar cómo ha podido llegar tan lejos en su fantasía sin haber dado siquiera un solo paso hacia la realidad. El amante quedará perplejo, y no sin razón. Aquí es cuando comenzará a darse cuenta de que sus sentimientos han crecido, casi podría decirse que a sus espaldas, y se han convertido en algo de proporciones monstruosas. Y se hará la clásica pregunta: "¿cómo he podido enamorarme de alguien a quien no conozco?". El segundo motivo de perplejidad quedará registrado en la segunda pregunta que el amante se hará a sí mismo: "¿qué sabe, en realidad, el amado de mí?" (La respuesta es nada. El amado no conoce ni siquiera el nombre del amante; en algunas ocasiones, el amado no será consciente ni de la existencia del amante aunque, en este caso que nos ocupa, las miradas se cruzaban con curiosa frecuencia. Tal vez demasiada frecuencia). Es en este momento de plena consciencia de la realidad -o la irrealidad- de la situación en que el amante, pasando de la perplejidad a la conspiración en cuestión de segundos, decidirá trazar un plan para el acercamiento. Como en la guerra, habrá de planear una estrategia. No en vano se conquistan los territorios y se conquista a las personas. La estrategia más eficaz sería algo tan simple como acercarse a la otra persona y decir algunas palabras pero, por un motivo que se me escapa, el amante considerará esta opción imposible de poner en práctica por su complejidad. Y entonces urdirá un plan más "sencillo": tratar de dar a entender al amado, a través de miradas, sonrisas, posturas y un sinfín de comportamientos derivados del lenguaje no verbal, lo que siente por él, con el fin de propiciar un acercamiento. Esta opción fracasará sin duda. El amante está tan convencido de su propia realidad que siente que dicha realidad es tan obvia que no puede pasar desapercibida a ojos del amado. Esto, como digo, es un error. Probablemente el amado no tendrá ni idea de qué demonios pasa por la mente del amante, puesto que su realidad es otra. Para el amado, el amante es una persona que tiene su encanto tal vez, pero con la que no imaginaría ninguna clase de relación. La realidad es demasiado subjetiva como para tenerla en cuenta.

Después de varios intentos frustrados, el amante pondrá en práctica la única opción que le queda y que había descartado antes por su imposibilidad: se acercará y dirá algunas palabras. A partir de aquí, las diversas situaciones que se podrían crear son numerosas. En el caso que nos ocupa, y como adelanté antes, el amante y el amado se confundieron de tal forma que ahora sería difícil decidir cuál de los dos ostenta el título de amante y cuál el de amado, y tal vez sería mejor decir que ambos son las dos cosas. No obstante, lo que ocurrió a partir de aquí es, como diría Michael Ende, "otra historia y debe ser contada en otra ocasión".

Situación dos: El amante pasará por la fase de perplejidad sin duda. El amante, sin embargo, quedará estancado en su fantasía y se contentará con mirar al amado desde lejos. Nunca dará el paso definitivo hacia la realidad. Nunca urdirá un plan de acercamiento, ni pensará en estrategias, ni sufrirá por no haber aprendido nunca a jugar al ajedrez -ya que el ajedrez, según piensa el amante, es un juego ideal para aprender a diseñar estrategias-. El amante se guardará lo que siente para sí, y el amado continuará viviendo su propia realidad, tan distinta de la del amante. El amante, es muy posible, olvidará al amado algún día y su realidad no será nunca alterada de ninguna manera, ni buena ni mala, por el amado. Tal vez el amante nunca olvide al amado pero, en todo caso, tanto el amado como toda la experiencia vivida quedarán atrapados en una especie de bruma, como la que rodea a los sueños.

****

Ahora bien, ¿deseará el amante de la situación uno haberse quedado en la situación dos? Debo decir con tristeza que sí, pero no por los motivos que puedan imaginarse. El amante continúa completamente enamorado de su amado y siente que no puede hacer otra cosa salvo amarle. Y, sin embargo, tambien es cierto que, algunas veces, echa de menos los días en los que la felicidad era mirar al amado desde lejos...

sábado, 7 de marzo de 2009

Día catorce

Me voy... (cielos, al final me he despertado tardísimo).

Te veo mañana, amor.

Deseame suerte. La necesito.

(te amo)

viernes, 6 de marzo de 2009

Día trece

Viernes. Otro viernes sin ti. ¿Cuántos viernes sería capaz de aguantar sin ti? No tengo ni idea, pero tampoco voy a tener que averiguarlo por el momento. Porque el viernes que viene no tendré la necesidad de estar escribiéndote en el blog. El viernes que viene podré decirte lo que quiera a ti, directamente, a escasos centímetros de ti -¡si es que nos podemos despegar uno del otro!-.

Porque ya te aviso que en cuanto te vea no voy a soltarte fácilmente. Asúmelo: te va a resultar difícil librarte de mí. (Sonrío).

Por cierto, ¿recuerdas el oráculo del que te hablé y que consulto algunas veces? Hoy me apetecía, así que pregunté acerca de nuestro reencuentro. La respuesta es... curiosa. A ese símbolo lo llaman "el trueno" o "la conmoción". En cualquier caso, anuncia una situación intensa, susceptible de provocar miedo o ansiedad al principio (y, en efecto, es lo que a mí me provoca -ya sabes que estoy bastante nerviosa al respecto) pero que después resulta ser agradable, feliz incluso (uno puede reírse del miedo que tenía antes). En todo caso, recomienda tranquilidad. Me gusta mucho este símbolo porque promete mucha intensidad, mucha pasión, aunque no me cabe duda de que va a ser así en nuestro caso. (Vuelvo a sonreír).

Sólo tiene que pasar el sábado, con su horrible viaje, y el domingo... dime, ¿nos veremos el domingo?

Cómo te quiero.

Hasta muy, muy pronto, amor.

jueves, 5 de marzo de 2009

Día doce

Dime cosas bonitas... por favor.

Por ejemplo, ¿todavía afirmas que la distancia no es el olvido? Supongo que no ha cambiado nada entre nosotros, ¿verdad? Todo sigue igual, bien, como hasta ahora.

Sí, me siento... insegura, como habrás deducido. No sé por qué, pero en cierto modo empiezo a tener miedo, no sé, de que te lo hayas pensado, de que vuelvas y me digas algo así como "tenemos que hablar", de que te hayas dado cuenta de que todo fue una ilusión. No me hagas caso. Supongo que es alguna especie de recuerdo del pasado, de esas cosas que se te quedan dentro para siempre y que, aun inconscientemente, sigues temiendo, por muchos años que pasen, por mucho que la situación sea distinta y las personas implicadas también lo sean. Supongo que no puedo seguir repitiendo los gestos aprendidos del pasado porque ya no tienen ningún sentido, pero cuesta desprenderse de ellos. Cuesta desprenderse de la desconfianza y del miedo, y de otros pensamientos que no te voy a contar porque te enfadarías, pero que siguen enraizados, enredados, confundiéndose con los pensamientos sanos y normales.

Y ya sabes cómo soy (un poco al menos). No me da vergüenza pedir lo que necesito, y no me da vergüenza necesitar cosas a veces. Siempre me dices cosas preciosas cuando me escribes pero, por algún motivo, hoy lo necesito más que los otros once días que pasaron. Si acaso esta noche me escribes, ¿qué sería lo que más te apetece decirme? ¿Qué me dirías si estuviésemos juntos, solos, si no nos leyese o escuchase nadie? (Seamos exhibicionistas, yo ya he perdido la vergüenza casi totalmente).

Quiero saber lo que has hecho estos días, dónde has ido, cómo es la gente que has conocido pero, sobre todo, quiero conocer tus procesos mentales, qué has pensado, de mí, de nosotros. Qué decisiones has tomado. Cómo quieres que sea el futuro, nuestro futuro.

Tal vez es demasiado pronto. Al fin y al cabo, todavía nos estamos conociendo, todavía estamos en la primera fase, en la toma de contacto, en el momento de enamoramiento supremo. Es así, y me doy cuenta. Pero esta vez no quiero dejar pasar más tiempo del estrictamente necesario. No quiero dejar pasar esta oportunidad. No me importa precipitarme, por más que exista la posibilidad de que nos salga mal (siendo realistas, esa posibilidad existe). Lo único que quiero es estar contigo y no quiero pensar en resultados ni tratar de adivinar el futuro. No quiero nada más, sólo estar contigo, quererte, amarte.

(Mañana se me habrá pasado, pero hoy tenía que soltarlo).

(Te sigo queriendo).

miércoles, 4 de marzo de 2009

Día once

Oh, cielos, por fin mi pc funciona como un pc normal y no como un pc anciano, renqueante y que ruega poder exhalar su último... ¿qué exhalan los ordenadores?, ¿bits? Como sea. Vaya, que por fin me lo han formateado y tanta velocidad me abruma y me maravilla a partes iguales.

Resulta que al final no había acabado el lunes esto que estoy haciendo. Esta mañana he vuelto a ir, y el miércoles que viene voy otra vez -porque me apetece, básicamente. No sé si se van a poder librar de mí. Jo, me van a tener que tirar por la ventana, o algo así. O engañarme y cambiar el centro de sitio (pero al final les encontraría). Aunque, bueno, me he portado bien, así que no creo que puedan tener quejas. Ya sabes que soy buena siempre. O casi...

De nuevo me siento huérfana de noticias tuyas, de tu voz, de... tantas cosas. Pero bastante has hecho ya. Quiero decir, demonios, estás de vacaciones y todos los días te has puesto en contacto conmigo de alguna manera. Y no sabes cuánto te lo agradezco porque por aquí las cosas no han ido o no están yendo como esperaba. Ahora estoy bien. Es curioso pero creo que si siempre he sido tan constante y responsable para estudiar es, en parte, porque el estudio me anestesia. Si logro un nivel adecuado de concentración -y no suele costarme; lo que me cuesta es ponerme, como a todo el mundo- el mundo desaparece, todo se difumina en negro y sólo existimos los apuntes y yo. Es algo así como cuando estoy contigo, sólo que mucho menos romántico.

(Me he acordado ahora de uno de esos momentos que religiosamente apuntaba en forma de notita en mi registro, con un estilo tan cursi y ñoño que probablemente merezco ir al infierno de escritores de notitas. Fue la primera o la segunda vez que me saludaste. Ya te he hablado de esa nota, y de los violines, y del mundo alrededor congelado, y de todos los malditos clichés que me salen cuando pretendo hablar de algo tan importante como es lo que siento por ti; el amor, en definitiva, que es un sentimiento tan sorprendente en todos los sentidos, tan cambiante, tan... químico, o eso dicen, y que cuando se pretende hablar de él se le llena a uno la boca de lugares comunes tan aburridos que deshonran al propio sentimiento. Es decir, y como no soy capaz de hacerlo -y como hoy estoy hipercrítica, parece-, a lo mejor bastaría con decir, simplemente, que te quiero, o decir algo inventado, o decir algo en un idioma inventado, algo así como "te melon" -en sindarin-, o decir "ijjj libe dijjj", como dices tú, en alemán -jijiji- o decir aquello de "idem" como decían en esa tortura apastelada que es la peli "Ghost" o no decir nada y simplemente besarte, mirarte a los ojos y dejar que te imagines el resto, que traduzcas en palabras, o en imágenes, o en sentimientos, o en lo que quieras, lo que en efecto te estoy diciendo sin hablar cada vez que te miro, cada vez que te beso, cada vez que hacemos el amor).

Ya sabes lo que siento, ¿no? Lo demás sobra (al menos hoy).

martes, 3 de marzo de 2009

Día diez

Unos días más, sólo unos días, y podré abrazarte. Esta noche soy yo la que está tonta, me temo. ¡Ay! Se me está haciendo laaargo. Suelo pensar "hoy es martes, mañana miércoles" y me pongo a contar los días que quedan. O pienso, hoy escribo la entrada para el día diez, entonces quedan cinco, y así, mil veces al día. De lo que tengo que hacer, poco. Menos mal que los exámenes no son nada difíciles y estoy acostumbrada a trabajar bajo presión. Al final es probable que me vaya el sábado -a las 6 de la mañana- y regrese el domingo, hacia el mediodía. O eso espero. Pasarme la tarde del sábado allí no me apetece nada, pero ya conozco algún bar de la zona que no está mal. Entre eso y alguna que otra peli (comedia romántica, no puede ser de otra manera precisamente ahora) supongo que pasará la tarde sin más. Y, además, me animará el hecho de saber que al día siguiente podré verte -a menos que llegues muy tarde. No tengo ni idea de cuándo está prevista tu llegada aquí, por cierto.

Esta mañana me he despertado al oír la vibración del móvil. De hecho, llevaba unas cuantas horas vibrando, pero ya sabes que mi sueño no es tan ligero como el tuyo. En todo caso, me ha encantado despertarme con un mensaje tuyo. Como antes, como los días que me enviabas mensajes a las 8 de la mañana y me despertaba con ellos. Es un poquito como despertarse contigo que es, por cierto, lo que me gustaría hacer todos los días de mi vida... o muchos de ellos, al menos. Y cuanto antes mejor.

A veces me agobio -bueno, no es raro en mí-. Pienso que queda tanto por solucionar, y está el factor suerte, y estoy yo misma, poniéndome obstáculos e impedimentos todo el tiempo, y mis circunstancias personales. Pero quiero que lo hagamos. Quiero que lo intentemos, vivir juntos y, si sólo dependiese de mi voluntad, podría ser ya mismo, en cuanto regresases. Lo malo es que no. Las cosas funcionan de otra manera. Pero ya sé lo que dices. Cada día que pasa es un día menos para que estemos juntos. Me gusta tu optimismo sagitariano. Justo el que a mí me falta (mi ascendente en cáncer me priva de algunos de esos rasgos sagitarianos).

Mañana será otro día (día once, de hecho). Hoy he pasado el día encerrada en casa, estudiando y perdiendo el tiempo (más de lo último que de lo primero) así que cuanto antes me vaya a dormir será mejor.

¿Sabes lo mucho que te quiero?

lunes, 2 de marzo de 2009

Día nueve

¿Te tengo? Bueno, sé que "te tengo". A eso me refería. Sólo se pueden tener cosas materiales, nunca personas, y ni siquiera eso porque lo material nos lo dejamos aquí cuando damos con nuestros huesos en la tierra, en el acto final. Pero no me voy a poner puntillosa (porque suelo serlo, y es un rollo). Te tengo, sí, y comprendo lo que significa.

Estoy mejor. Es simplemente que no me gustan los domingos, y el viernes y el sábado fueron tristes sin ti. Pero no te preocupes, en general estoy bien; a pesar de que tengo mucho que hacer, me tomo mi tiempo. Esta semana estaré liada. La que viene, totalmente libre, como los pajarillos y todo eso. Libre para ti. ¿Qué te apetece que hagamos? Yo ya te conté anoche lo que más me apetece. Jo. Te echo de menos.

Estábamos tan cerca, ¿verdad? Quién lo hubiera dicho. Pudimos habernos conocido hace años, incluso. Pero no, todo llegó cuando debía llegar. Que yo no supiese de tu existencia (ni tú de la mía) y, de repente, nos da por enamorarnos. Qué cosas. Desde un punto de vista determinista, tendría sentido. Desde otro, no determinista, es francamente raro. A mí me gusta que haya sido así. Fueron meses muy intensos y emocionantes, y los últimos aún lo están siendo más -y lo que aún queda por venir.

Por cierto, me tienes que llevar a Londres, ¿eh?, de escapada de fin de semana, no lo olvides. Londres y tú, todo junto, es algo difícil de superar. Me encantaría hacer algo así contigo. Bueno, eso exactamente, pero contigo.

Buenas noches, amor. Pienso en ti -todo el tiempo.

domingo, 1 de marzo de 2009

Día ocho

Domingo. Ha llovido. Muchísimo.

Estoy cansada, cansada de preocuparme por todo lo que pasa. Hoy tampoco ha sido muy buen día que digamos. Ahora tengo que quedarme un par de horas levantada para terminar el trabajo que tengo que entregar, así tendré toda la semana que viene para estudiar. No pienso hacer otra cosa. Creo que necesito estar sola y ahora el momento es perfecto. Y sólo me preocuparé de lo inmediato, estudiar, de nada ajeno a mí.

Y pensaré en ti, en tu regreso. Hasta ahora han pasado ocho días, quedan siete. No sé cómo se va a solucionar lo de mi viaje, pero imagino que tendré que quedarme los tres días. Nunca tengo suerte. Las cosas no suelen salirme bien en ese sentido. En ninguno, en realidad. Menos mal que te tengo. Bueno, que te "tengo". Que estás. Eso.

Te echo tanto de menos que ya no me es posible decir nada más al respecto.

Bueno, sólo la letra de la canción de Air (ya sabes, tu canción, la que te "asigné", aunque en realidad habla de mí):

Cherry Blossom Girl

I don't want to be shy
Can't stand it anymore
I just want to say 'Hi'
To the one I love

Cherry blossom girl

I feel sick all day long
From not being with you
I just want to go out
Ever night for a while

Cherry blossom girl

Tell me why can't it be true

I never talk to you
People say that I should
I can pray everyday
For the moment to come

Cherry blossom girl

I just want to be sure
When I will come to you
When the time will be gone
You will be by my side

Cherry Blossom Girl

Tell me why can't it be true
Tell me why can't it be true

Cherry Blossom Girl
Cherry Blossom Girl

I'll never love again
Can I say that to you
Will you run away
If I try to be true

Cherry blossom girl
Cherry blossom girl

I'll always be there for you
That means no time to waste
Whenever there's a chance

Cherry blossom girl

Tell me why can't it be true
Tell me why can't it be true


(Buenas noches, cariño. Te quiero).

Día siete

"Historias subterráneas"... a veces me expreso de manera extravagante. En realidad, no es tan extraño como suena, no es nada misterioso ni oculto. Sólo se trata de pensamientos, deseos, que rondan por la mente pero que uno no se atreve a verbalizar por considerarlos o bien demasiado ridículos, o bien imposibles, o bien simplemente irrealizables.

Últimamente estoy sufriendo de sobredosis de Jane Austen, Morrissey y comedias románticas, todo a la vez. Me lo pide el cuerpo, pero noto ya ciertos indicios de intoxicación. Todo eso, unido a mi idiosincrasia, me convierte a veces en un objeto tembloroso e inseguro, y francamente irritable. Hoy ha sido, es, un día horrible. Bueno, tan horrible no, pero sí bastante malo. He estado enfadada gran parte de la tarde, no he hecho nada de lo que tenía que haber hecho -y sigo sin hacerlo-, el fin de semana se acerca, y ya no sé si se acerca demasiado rápido o demasiado despacio, no dejo de pensar en el viaje (en el mío) que, para mi gusto, se acerca vertiginosamente, y no dejo de pensar en tu regreso (que se producirá más o menos a la vez que mi viaje) para el que, o esa sensación me da, todavía queda una eternidad. Es decir, estoy hecha un lío y además, no sé por qué, la soledad esta noche me pesa más que cualquier otro día.

Supongo que lo que dices que te preocupa son las "historias subterráneas". Sonrío. Como te he dicho hace dos párrafos, no es nada malo ni nada preocupante. A ver si puedo explicarme: hubo un momento, hace unos meses, en que empecé a replantearme (¡otra vez!) mi vida. Llevaba unos cuantos años recopilando información sobre mí misma, pero nada de lo que descubría parecía tener efectos en un sentido práctico. Solamente pensaba y pensaba, y analizaba y analizaba. Sabía que tenía la vida para algo. Esto es, uno es arrojado aquí, a la vida, y tiene que hacer algo con ella. Eso lo tenía bastante claro, que algo tenía que hacerse pero, ¿qué exactamente? Hay un libro... es un cuento, medio narración medio obra de teatro, de Alessandro Baricco. El personaje es un hombre, un pianista, nacido en un barco. Jamás salió del barco. Una vez estuvo a punto, pero en el último momento se echó atrás. Porque la vida era inmensa, el mundo era inmenso. Él conocía el piano. 88 teclas con las que se podía hacer innumerables melodías. Pero el mundo... es otra cosa. Hay tantas opciones al principio. Cualquier cosa es posible. Yo tuve esa sensación cuando terminé el instituto: me imaginaba en una encrucijada, miles de caminos para escoger y ninguna indicación de adónde me llevaría cada uno de ellos. Lo malo es que en ese momento era una inconsciente y no tenía ni idea de por dónde soplaba el viento. No sabía qué era lo importante ni sabía qué demonios quería. Tenía una vaga idea, que resultó ser errónea, y ese primer paso que di, en ese preciso momento, fue el origen de todo lo que ha sucedido después. Ahora estoy siendo no-determinista, pero sólo estoy intentando explicarme. Después de producirse lo que yo llamo cariñosamente "la debacle" -o el caos-, necesité tranquilizarme un poco. Me retiré del mundanal ruido, como suele decirse -y de una manera bastante literal, además-, y me puse a pensar. Ocupé muchos días con sus noches pensando. Meses, años. Y llegué a algunas conclusiones: la primera y más importante, que quería una vida normal. Mis sueños de grandeza de la adolescencia terminaron, fueron cortados de raíz y lo único que pretendo desde entonces es hallar la normalidad, con su rutina y su placidez. Con su felicidad silenciosa. Para eso, pensé, necesito un trabajo normal, en un sitio normal, una casa normal y una afición, un hobby, normal. Y un chico. Un hombre. Todo eso me tenía en un sinvivir. He imaginado millones de veces ese trabajo -nada que ver con lo que estoy haciendo ahora-, ese país -nunca era España-, esa casa, esa afición y, sobre todo, a ese hombre. Y, en la imaginación, ese hombre tenía rasgos que no se correspondían con los del que fue mi novio. Eso no me inquietaba demasiado, desde luego. La imaginación es la imaginación, y todo lo demás es diferente. Hasta que llegó a inquietarme. Y, de una manera mucho más sutil, llegó la segunda debacle. Silenciosa e inofensiva. Nada que ver con la primera, que tuvo hasta efectos especiales -o esa sensación me dio-. No. Se produjo la debacle, la ruptura, y yo alucinaba de lo fácil que había sido. Y llegaste tú. Más o menos... esto es difícil, porque estoy hablando más o menos de abril del año pasado, y no de noviembre. Ya sabes a qué me refiero. La ruptura -en eso estamos de acuerdo él y yo- se produjo entonces, y no cuando se dijo oficialmente "a partir de ahora pasamos página". Y todavía antes de eso mi imaginación había comenzado a funcionar a toda máquina. Y lo curioso del caso es que, sin ser una copia idéntica, el hombre imaginado se parecía a ti. No físicamente, pero sí en otros sentidos. Él me lo dice, me lo recuerda -ya ves como soy: le hacía a él partícipe de mis fantasías-, me dice "tú querías un hombre así y así, y mira... ahora tienes lo que querías". Jo. Disculpa esto, estoy escribiendo en plan monólogo interior, pero es que hay cosas que no pueden explicarse de otra manera. Las historias subterráneas son las cosas que imaginaba, las cosas que nunca había tenido necesidad de explicar en alto -aunque las discutía con él... pero hablar con él no fue nunca "decir algo en alto", si entiendes lo que quiero decir. Tal vez así entiendas también por qué él sigue siendo tan importante para mí: siempre fue el receptor de mis pensamientos, incluso de esos que nunca se dicen en voz alta, y siempre consiguió explicarme todas las cosas que yo no entendía de mí misma.

Algunas veces, cuando me veías al mediodía sentada sola en una mesa, yo estaba creando nuevas "historias subterráneas". Casi todas referidas a ti, desde luego. Y la mayor parte de las veces me sentía absurda, idiota, por atreverme a imaginar tantas cosas. Trataba de ponerme freno, de autocensurarme, y jamás lo conseguía. Es adictiva, a veces, la imaginación. Y... el caso es que, después, mis "historias subterráneas" comenzaron a tener reflejo en la realidad. Un día noté que me mirabas de cierta manera peculiar y te dije que te habías pillado. Fue la primera vez que me atreví a verbalizar algo de todo aquello. Lo hice en plan tentativa. En plan superheroína, como digo yo -los superhéroes son tan atrevidos porque tienen superpoderes y saben que cualquier lío en que se metan podrán solucionarlo fácilmente. Por eso no les preocupa arriesgarse-. Algunas veces me creo que soy una superheroína y suelto las cosas pensando que podré solucionar cualquier situación que genere, gracias a mis superpoderes. Pues bien, así lo hice, y no te vi nada convencido. No lo estabas entonces, desde luego, pero no me importó porque me lo esperaba. Y después sucedió algo, no sé qué, y recuerdo el mensaje que me mandaste, y yo pensé... bien, exactamente eso: no podía creerme que lo que había imaginado estuviera comenzando a tomar forma en el plano real. Pero así era. Por eso me cuesta -costaba, costó- tanto creerte. Algunas veces me da la impresión de que sigo imaginando. Ya sé qué me vas a decir. Que no imagino nada, que es así, pero entiende mi confusión.

Tú no te planteabas nada. Yo me lo planteaba todo. Para ti, lo que sucedía, las miradas, no significaban nada más que lo que eran: miradas. Yo no dejaba de crear "historias subterráneas". Y, bueno, es que así funciono yo, en realidad. Mi mundo, enorme, es difícilmente visible desde el exterior. Casi todo lo que creo queda ahí guardado, como bajo tierra, y lo que muestro normalmente es muy diferente. Y no es por un afán de aparentar algo o de mostrarme diferente a como soy, es que simplemente no sé hacerlo de otra manera. Lo de dentro y lo de fuera son mundos totalmente distintos para mí, y jamás he aprendido a conciliarlos. Aquí dentro soy una cosa, y ahí fuera soy otra. Como todo el mundo, supongo. Como todo el mundo. Pero tú preguntaste, y aquí tienes tu respuesta. ¿He conseguido explicarme?

Basta por hoy. Te espero. (Te amo).

viernes, 27 de febrero de 2009

Día seis

Oír tu voz, después de tanto tiempo (dos días pueden ser mucho tiempo en según qué circunstancias); que me cuentes tus cosas, lo que haces, cómo es todo por allí, lo que te preocupa; contarte yo las mías, que ya voy a acabar pronto esto -y entonces a ver qué pasa. No quiero ni pensarlo-, lo que me preocupa el viaje del fin de semana que viene... aunque sólo sea eso, la ilusión que siento al recibir una llamada desde un número raro, cómo me cambia la expresión de la cara -realmente notable el cambio, según la opinión que he recibido-, esa especie de tristeza dulce al colgar... en efecto, es un algo artístico. El amor ha de ser un arte.

Y es que me preguntas acerca del libro que quiero que leas. Se titula "El arte de amar", de Erich Fromm. Yo lo leí por primera vez hace mucho tiempo, pensando que era una novela, y me encontré con algo mucho mejor que una novela. Ahora, por fin, me he hecho con él y lo estoy releyendo. El sentimiento es distinto, el punto de vista también. El libro es distinto ahora. Tan distinto como lo soy yo misma. Los libros cambian cada vez que uno los lee, nunca son iguales. Creo que ahí está su magia: ¿cómo algo que se mantiene igual puede cambiar tanto? La gente cambia con los libros y al revés. Alquimia, transformación. Magia.

Siguiendo con los libros: has hecho con el guardián lo que es más correcto. El final te lleva directamente al principio. No es mala idea lo de querer conocerme a través de los libros que te recomiendo, por cierto. Es posible que, incluso, sea mejor que te deje mis propios libros -a pesar de lo que me gusta regalar libros-, porque creo firmemente que éstos guardan dentro de sí, de algún modo, una parte de sus dueños. Mi primer guardián, por ejemplo, está viejo, subrayado, amarillento. El segundo está nuevo ya que apenas lo he tocado: prefiero seguir con el viejo. Es el mío, el que tengo desde los quince o dieciséis años, el que ha soportado innumerables lecturas y consultas, el libro al que vuelvo una y otra vez, cuando las cosas van bien y cuando las cosas van mal. A veces hasta creo que me habla.

Es raro... es que hoy tengo un estado de ánimo reflexivo. He vuelto a pensar, otra vez, en lo mucho que han cambiado las cosas en estos dos meses. En todos los sentidos. Llevaba mucho tiempo anticipando un cambio, intuyendo un cambio pero, por algún motivo, no llegaba nunca. Y, cuando sucedió, fue todo de repente. Y suelo tener la sensación de que no tiene nada que ver conmigo, esto es, que yo participo como lo hace un actor en una obra de teatro, pero sin haber escrito la obra yo misma. Sí, tiendo al determinismo, desde luego, pero no deja de ser extraño. En cuanto a nosotros, te vuelvo a repetir, creo que era perfectamente posible -aunque tal vez no demasiado probable porque si habíamos estado toda la vida sin conocernos, podríamos haber seguido así- que yo me enamorase de ti. Por muchos motivos. No voy a dar detalles ahora, pero ya te lo contaré, si quieres. Sin embargo, la idea de que tú llegases a sentir lo mismo se me antojaba... no se me antojaba nada, en realidad, ya que nunca pensé en ello. Supongo que tenía asumido que no pasaría, y ya está. Ni siquiera eso. Es que jamás me lo planteé. Hasta para ti fue una sorpresa, ¿no?

Es que, no sé, hay por ahí una historia "subterránea" que no conoces. Me refiero a los "meses previos". Te he contado ya bastante, lo de las notitas en el móvil, las apariciones no-tan-casuales, lo que yo pensaba y quería entonces -y me hace gracia: tú no te enterabas de nada... ¡y yo pensando que te estaba enviando señales claras como la luz del día!-. Pero todo era en teoría, en realidad. Veía innumerables complicaciones -que han resultado no ser tales, o no todas ellas, al menos-, y por eso no me decidía a pasar a la práctica. Tampoco me acompañaban las situaciones, los momentos, las oportunidades -aquí, el de la buena estrella proverbial de los sagitario eres tú; a mí no me ha tocado nada-. El caso es que, alguna vez, alguien me planteó la posibilidad, el "y si...", "¿y si él quisiera algo más?", "¿y si tuvieses la posibilidad de estar con él?". En fin, algo así. Y yo, "no, no". Bah. Ni siquiera me permitía el lujo de soñar con ello. ¿Para qué? Las cosas iban en una sola dirección y no había manera de cambiarlas. Mi compromiso con las circunstancias de ese momento era increíblemente fuerte. Nada podía hacerse, creía yo, y tampoco quería hacer nada extraño o fuera de lo normal. Yo estaba bien tal y como estaba y soñar era suficiente. Tal vez algo más contigo, pero muy poco más, si entiendes lo que quiero decir. Siempre pensé... no, no lo pensaba, estaba convencida de que tú y yo estábamos en mundos distintos, a niveles muy diferentes, y que no había manera de conciliar una cosa con otra. Había mucho de prejuicio en todo eso, claro -aunque no demasiado orgullo, más bien lo contrario-, y... bueno, en resumen, que nunca pensé que una persona como tú y una persona como yo pudiesen calar la una en la otra. Y fíjate. Yo, en realidad, nunca hice nada con la intención de que te enamorases de mí. Quería gustarte, sí, pero lo otro eran terrenos con enormes carteles de "prohibido el paso". Y fíjate, repito. ¿Cómo ha sucedido todo esto?

Sigo analizando, y analizando, hasta la náusea. No me hagas ni caso, de verdad. Al final, cuando me pongo así, yo misma termino no haciéndome ni caso.

****

Recuerdo, hace dos o tres viernes, cuando no podía dejar de reír. ¡Qué liberación! Ni siquiera sentía vergüenza de que me vieses así, ni me importaba nada intentar parar el ataque de risa. Recuerdo el viernes pasado, y la canción, "The killing moon", y tu espalda, y a ti, mirándome a los ojos. Recuerdo muchas cosas, y me fastidia no poder recordar cada segundo de cada uno de los viernes...

Ahora me voy a la cama, y seguiré recordando(te).

jueves, 26 de febrero de 2009

Día cinco

...y mañana es viernes. Un viernes distinto, pero viernes. Te quiero lo mismo cada día de la semana (o más, a medida que pasan) pero los viernes, lo sabes bien, son otra cosa. Mañana por la noche te echaré de menos más que nunca. Este viernes no será igual sin ti.

(Pero escribirte aquí es reconfortante. Y eso haré).

¿Sabes esos días, meses, años que pasan en un suspiro? También hay semanas que se hacen eternas. Hoy, por fin, he podido salir de mi encierro y he vuelto a recorrer las calles. Esas calles que siempre me parecen tan indiferentes me son tan queridas últimamente. Porque están llenas de ti, de algún modo. Lo mismo que te ocurre a ti: todo te recuerda a mí porque estás lleno de mí; me hago enorme y lo ocupo todo, exactamente igual que tú. Sé que no va a ocurrir, pero a veces tengo la sensación de que doblaré una esquina, o echaré un vistazo en un bar, y te encontraré allí. Algunas veces hablo como si te hubieses ido para siempre y después sonrío. Vuelves. Y esa es la única certeza a la que me quiero aferrar ahora.

¿Todavía me quieres?

miércoles, 25 de febrero de 2009

Día cuatro

El mensaje de anoche, además de inesperado -aunque después se hizo esperar-, me dejó prácticamente sin palabras. Yo deseaba responderte, decirte algo, pero después de todo lo que había leído... Vuelvo a formularte la pregunta que te hice una vez: ¿Tienes idea de lo que me haces?

Hoy ha sido un día-de-absolutamente-nada, variante visita vespertina. Gracias al cielo, porque hoy, simplemente, no me apetecía nada, y pasar el rato con un buen amigo me ha ayudado. Si no hubiese sido por eso, estar o no estar me habría dado lo mismo. Pasa algunas veces, la montaña rusa para y hay que esperar al siguiente viaje. Nada grave, mientras no se prolongue demasiado.

Volviendo al mensaje -vuelvo sin parar al mensaje, no puedo pensar en otra cosa salvo en el mensaje-, me gustaría decirte, aunque soy consciente de que va a sonar mal -y eso que es un elogio genuino-, que me encanta tu incontinencia verbal. Cuando me hablas sin parar, cuando no dejas de decirme cosas preciosas mientras me miras, y lo único que quiero es que sigas hablando, que no dejes de hablar jamás porque podría escucharte durante horas. Querría escucharte durante horas. Ayer, me parece, te ocurrió, creo que en pleno mensaje; mientras lo escribías hubo como un punto de inflexión. Todo iba bien, escribías el mensaje y, ¡zas!, de repente te entró la nostalgia y se convirtió en el mensaje más largo de la historia y en el más bonito que jamás haya recibido.

¿Me permites que te responda, aun sin citar?

Yo también te echo de menos, y puedes estar seguro de que tengo ganas. El viernes... serán dos viernes en total los que pasemos separados, ¿no? Bien, el viernes va a ser duro, probablemente sea el día más duro, pero estaré contenta simplemente recordando... Me meteré en la cama y pensaré que es viernes, y todo lo que eso significa -ya sabes lo mucho que me gusta cuando algo significa algo-. Me gusta que me mires, y sé que llevas mi foto ahí. Yo también he puesto una tuya, y tal vez sea por ese motivo que últimamente miro el móvil con tanta frecuencia. La distancia, después de todo, y aun con sus inconvenientes, creo que está resultando útil. A mí también me sirve para darme cuenta de cosas, aunque ya las supiese, pero imagino que la mejor manera de llegar a saber algo es cuando ese algo te golpea en la frente. ¿Crees que quiero escapar? ¿Qué sentido tendría escapar de algo que me hace tan feliz? No estás ni eres pesado, ya te he dicho (muchas veces) que me encanta, que me encantas. Y sí, eso ya me lo has dicho, pero puedes decírmelo cuantas veces quieras. Te dejo: estoy dispuesta a solucionar los inconvenientes de los que puedo ocuparme y, una vez esté todo resuelto, quiero darme prisa. Lanzarme cuanto antes. Ni me lo voy a pensar. Ya sabes que últimamente apenas pienso, y todo esto está saliendo tan bien que a lo mejor de eso se trata, de dejar de pensar.

Y no lo dudes, amor: te sigo queriendo.

martes, 24 de febrero de 2009

Día tres

No hay nada mejor que despertarse -tarde, porque ese es el privilegio de los que nos ponemos enfermos, tal vez por una excesiva tendencia a somatizar- y ver que hay dos mensajes tuyos -¡y qué mensajes!-.

Lo primero, no quiero que te duela nada y mucho menos los sentimientos. Estás de vacaciones "en un entorno paradisíaco", etc, que imagino que así es descrito por los folletos de viaje, así que nada de dolores. Te lo digo muy en serio. Quiero que vuelvas feliz, y moreno, y tan adorable como siempre. Y con un montón de historias para contarme. Es posible que ahora, y por un tiempo limitado, estemos lejos físicamente, geográficamente pero, paradójicamente, es este tipo de situaciones las que más acercan a dos personas. Por mi parte, y pasados los dos primeros días, que son los peores, supongo, estoy cada vez mejor -de ánimo-. Aquí hace sol, tengo cosas que hacer, escucho a Morrissey y tengo a mi disposición los suficientes recuerdos de ti, de los dos juntos, como para pasar varios meses -y sólo serán quince días-. Además de eso, no sé por qué, la ausencia me está ayudando a creer más en ti, a confiar más en ti y a tener menos vértigo, aun cuando las cosas -todavía- me parece que van rápido. Pero ya no me importa. Quiero decir que algunas veces sentí que si íbamos quemando tan rápido toda nuestra pólvora, pronto nos quedaríamos sin nada pero, pensándolo bien, tal vez tengamos recursos ilimitados a los que acudir siempre que queramos. Siempre. La fuente no tiene que agotarse necesariamente en unos pocos meses. ¿De dónde habré sacado esa estúpida idea?

Tengo ganas de decirte muchas cosas y no quiero dosificarme ni sentir vergüenza. Tal vez no sea la mejor idea del mundo hablar tan abiertamente de mis sentimientos en un blog público pero, ahora mismo, me siento en un estado de locura transitoria y me apetece hacer locuras. Decirte aquí que te amo es como gritar. Como aullar. ¿Sabes cuánto tiempo hace que no aúllo? (Años). ¿Sabes cuánto tiempo hacía que no era tan feliz? (Ni lo recuerdo). Feliz, sí, sí, entiéndeme, he tenido mis momentos. Todo iba bien, incluso antes de conocerte, pero esta euforia... es como beberse un chupito de tequila de un trago, es como -¿me atreveré a decirlo?- los orgasmos que me haces sentir. Como dormirme y despertarme y ver que estás a mi lado, mirándome. Es algo perfecto, no le falta ni le sobra nada.

En otro orden de cosas, estoy releyendo un libro que siempre me ha encantado. Voy a hacerme con él para ti -no es una novela-, creo que es importante que lo leas, y creo que te gustará. No sabes cuánto me gusta que leas los libros que te recomiendo -aunque sean novelas-.

Ah, ¿y sabes qué? Cada vez me importa menos el porqué. De verdad. A mí me da por analizarlo todo siempre, ya lo sabes. Es un problema, como te dije en una de las cartas, pero también es una manera de tenerlo todo bajo control, al menos ilusoriamente. El control siempre ha sido demasiado importante para mí porque todo me asusta, casi cualquier situación puede provocarme ansiedad, y el control es un recurso para, al menos, bajar un poquito los niveles de estrés, pero estoy empezando a entender que el amor no es algo que pueda tenerse bajo control -y ahora mismo lo estoy demostrando, escribiendo aquí todo esto-. Yo podría decirte que me iba enamorando de ti cada día, sin siquiera haber cruzado una palabra contigo. Podría mencionarte miles de detalles que me encantaban, que me hacían buscarte todo el tiempo, y otros miles que he ido descubriendo después. Podría hacer una maldita lista si quisiera pero, ¿de qué serviría eso? Si al final tú tienes razón y el amor es algo que uno siente sin más. ¡Ni menos!

Dos días (¿dos?) sin poder comunicarnos. Mmmm. Ahora es cuando echo de menos esos poderes telepáticos que nunca tuve. Y aun así, ya no me parece tan duro. Te echo de menos pero cada día me siento mejor, más feliz, más contenta. Porque imagino lo bien que te lo estarás pasando y porque las cosas van cada vez mejor, puedo sentirlo. Puedo sentir claramente tu amor por mí (ah, bendita empatía) y no te haces una idea de cuánta fuerza me da, para todo y en todos los sentidos.

Seguimos en contacto (yo también te llevo en el corazón). Te quiero, amor.

lunes, 23 de febrero de 2009

Día dos

¿Te he dicho alguna vez que quiero una vida normal (contigo)? Y que te quiero, ¿te lo he dicho alguna vez?

Recuerdo que esto último te lo dije una vez, aunque me costó. Tuve que pensarlo un par de minutos, pero decidí que sí, que así era en aquel momento. Que te quería. Y te lo seguí diciendo, y hasta hoy.

Pero lo importante no son todas las veces que te lo he dicho hasta ahora, sino tooodas las veces que te lo diré, todo lo que me queda por decirte, los besos que aún tengo que darte, las caricias que aún no te he hecho y cada día, cada noche que nos quedan por pasar juntos.

¿Has leído la carta?

(te echo de menos)

domingo, 22 de febrero de 2009

Día uno

Dentro de unos minutos, tu avión despegará. No me gusta demasiado hacer esto -exponer aquí cómo me estoy sintiendo ahora mismo-, pero creo que lo necesito. Escribir. Escribir sobre ti, sobre lo que siento, es dar forma a los pensamientos en lugar de dejarlos atrapados dentro. Escribir, una vez más, como una forma de terapia.

Ayer salí por la tarde y pasé por delante de varios sitios que ya, inevitablemente, me recuerdan a ti. Es increíble comprobar que esas calles han quedado ya impregnadas por el recuerdo de tantos meses -estos dos últimos que hemos pasado juntos, y todos los anteriores cuando, ya sabes, yo trataba de verte aparecer y, sobre todo, de hacerme visible para ti-. Era un consuelo (aunque la palabra "consuelo" sea tan inexacta en este caso) saber que no estabas tan lejos, que el tiempo pasa rápido, que regresas y, sobre todo, que regresas a mí. No voy a permitirme tener miedo a ese respecto. Lo que ambos sentimos, lo que sentimos el uno por el otro, está para mí muy claro, así que, sí, créeme cuando te digo que por fin te creo. Y sigo siendo feliz, a pesar de que ahora esté experimentando síntomas de algo así como "síndrome de abstinencia". Pero mejor quédate con esto: soy feliz. Me haces tremendamente feliz. De verdad.

Diviértete mucho, aprovecha el tiempo, vuelve con un montón de experiencias nuevas. Yo te espero aquí, ya lo sabes. Y estoy muy contenta por ti.

...tu avión está a punto de salir...

(te amo)

domingo, 25 de enero de 2009

Ay, ay...

Otro fin de semana de esos para recordar siempre (variante en-las-nubes). ¿Tienes alguna idea de lo que me estás haciendo? Te lo digo en serio, ¿la tienes?, porque yo misma me asombro cada vez de lo rápido que va esto y de adónde está llegando en apenas... ¿un par de meses? Absolutamente de locos. Un endemoniado cuento de hadas, te lo aseguro.

Primero, debería pedirte cuentas porque, cuando escribo, no puedo dejar de pensar en ti y, cuando no escribo, no puedo dejar de pensar en ti. Lo ocupas todo, ahora mismo. Todo absolutamente. Y segundo, si lo que me dices cada día, sí, sí, eso que no me creo, que no puedo creer, va en serio, entonces deberías saber, y también te lo digo muy en serio, que estoy considerando las opciones que existen por el momento y, aunque no sean muchas, el pensamiento, la idea, -la fantasía- no se me va a ir de la cabeza tan rápido. Una amenaza. Tal cual.

¿Aceptas? Yo me apresuro a aceptar.

Iré contigo a cualquier sitio donde quieras llevarme. De verdad.

lunes, 5 de enero de 2009

Así que me has encontrado...

Te doy la bienvenida con un cierto rubor, al estilo de las damas de la Inglaterra previctoriana. Puedes pasear por aquí como quieras, por donde quieras. Al fin y al cabo, no encontrarás aquí nada que no sean las palabras que alguna vez dibujé en mi imaginación, esforzándome por darles un sentido en este pequeño microcosmos mío donde -puedes creerlo- la falta de sentido es lo preponderante. Pero eso no importa ahora. Lo que leerás son mis intentos por ocultarme al tiempo que me muestro, o mi manera de mostrarme mientras intento esconderme. Todavía no está muy claro (ni siquiera para mí).

En todo caso, y si te soy sincera, no pensé que me encontrarías. En realidad ni siquiera llegué a pensar, ni por un segundo, que me buscarías. Ya lo ves, sigues sorprendiéndome y apenas sé qué podría decir ahora. Podría decir que sigo sintiéndome feliz pero, tras pensarlo, me he dado cuenta de que lo que siento, más bien, es una especie de euforia muy de acuerdo con las circunstancias. Y aunque el rubor persiste y me sigo preguntando si tal vez no debería haberme callado con respecto a este pequeño "secreto" mío, lo cierto es que me alegro de poder decirte bienvenido.

(Y, ahora, sólo espero que las cosas simplemente mantengan su statu quo, al menos hasta la próxima vez que... y, sí, esto lo digo casi, casi temblando de miedo. Y es que nunca se sabe).