Uncle Wiggily in Connecticut
La nostalgia es un sentimiento afilado. Los recuerdos, cubiertos por la pátina que otorga el tiempo, tienen la capacidad de hacernos revivir los mismos sentimientos que una vez experimentamos pero, y esto es lo desconcertante, en la ausencia de los hechos que los provocaron. En fin, recordar es peligroso. Nos expone a los riesgos de subirnos a una montaña rusa emocional cuya trayectoria no podemos conocer de antemano. Recordar es, definitivamente, una cosa muy delicada.
Más todavía si en nuestro pasado hay un amante (amor) muerto. Y en casi todos los pasados, me atrevo a afirmar, permanece ese fantasma que, aunque muerto –y recordando que hay muchas formas de estar muerto, no sólo la más literal-, se niega a desaparecer de nuestro lado y le tenemos que hacer un hueco en nuestra pequeña cama o reservarle una silla en la mesa. Porque a veces no se puede hacer otra cosa. Es lo que pasa con los fantasmas: se dedican a ocupar todo el espacio que pueden y, aun siendo incorpóreos y todo, es increíble lo bien que se les da.
Otro de los peligros de recordar el pasado –y quisiera pasar por aquí sólo de puntillas, aunque no creo ser capaz- es la inevitable tendencia a compararlo con el presente. Es curioso cómo el pasado, siempre bajo la luz –o la penumbra- del presente, está lleno de esperanzas y promesas, de sueños a realizar, de la vaga impresión de que en algún momento impreciso, casi, casi llegamos a tocar el cielo con las manos, y cómo el presente contiene la certeza, la terrible certeza de que en otro momento igual de impreciso todo aquello huyó de nuestras vidas, y ya no quedan promesas, ni sueños, ni nada de nada, y ante nosotros, al final, flota una pregunta –cualquier pregunta, aunque todas con la misma abrumadora carga emocional- que debemos escupir de inmediato:
-Mary Jane. Escúchame. Por favor -dijo Eloise, llorando-. ¿Te acuerdas de nuestro primer año y de que yo tenía ese vestido marrón y amarillo que había comprado en Boise, y que Miriam Ball me dijo que en Nueva York nadie usaba vestidos como esos, y yo lloré toda la noche? -Eloise sacudió el brazo de Mary Jane-. Yo era una buena chica -suplicó-. ¿No es cierto?
camino:
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