Image Hosted by ImageShack.us




Querido Y Viejo Tigre Que Duerme:

viernes, 27 de febrero de 2009

Día seis

Oír tu voz, después de tanto tiempo (dos días pueden ser mucho tiempo en según qué circunstancias); que me cuentes tus cosas, lo que haces, cómo es todo por allí, lo que te preocupa; contarte yo las mías, que ya voy a acabar pronto esto -y entonces a ver qué pasa. No quiero ni pensarlo-, lo que me preocupa el viaje del fin de semana que viene... aunque sólo sea eso, la ilusión que siento al recibir una llamada desde un número raro, cómo me cambia la expresión de la cara -realmente notable el cambio, según la opinión que he recibido-, esa especie de tristeza dulce al colgar... en efecto, es un algo artístico. El amor ha de ser un arte.

Y es que me preguntas acerca del libro que quiero que leas. Se titula "El arte de amar", de Erich Fromm. Yo lo leí por primera vez hace mucho tiempo, pensando que era una novela, y me encontré con algo mucho mejor que una novela. Ahora, por fin, me he hecho con él y lo estoy releyendo. El sentimiento es distinto, el punto de vista también. El libro es distinto ahora. Tan distinto como lo soy yo misma. Los libros cambian cada vez que uno los lee, nunca son iguales. Creo que ahí está su magia: ¿cómo algo que se mantiene igual puede cambiar tanto? La gente cambia con los libros y al revés. Alquimia, transformación. Magia.

Siguiendo con los libros: has hecho con el guardián lo que es más correcto. El final te lleva directamente al principio. No es mala idea lo de querer conocerme a través de los libros que te recomiendo, por cierto. Es posible que, incluso, sea mejor que te deje mis propios libros -a pesar de lo que me gusta regalar libros-, porque creo firmemente que éstos guardan dentro de sí, de algún modo, una parte de sus dueños. Mi primer guardián, por ejemplo, está viejo, subrayado, amarillento. El segundo está nuevo ya que apenas lo he tocado: prefiero seguir con el viejo. Es el mío, el que tengo desde los quince o dieciséis años, el que ha soportado innumerables lecturas y consultas, el libro al que vuelvo una y otra vez, cuando las cosas van bien y cuando las cosas van mal. A veces hasta creo que me habla.

Es raro... es que hoy tengo un estado de ánimo reflexivo. He vuelto a pensar, otra vez, en lo mucho que han cambiado las cosas en estos dos meses. En todos los sentidos. Llevaba mucho tiempo anticipando un cambio, intuyendo un cambio pero, por algún motivo, no llegaba nunca. Y, cuando sucedió, fue todo de repente. Y suelo tener la sensación de que no tiene nada que ver conmigo, esto es, que yo participo como lo hace un actor en una obra de teatro, pero sin haber escrito la obra yo misma. Sí, tiendo al determinismo, desde luego, pero no deja de ser extraño. En cuanto a nosotros, te vuelvo a repetir, creo que era perfectamente posible -aunque tal vez no demasiado probable porque si habíamos estado toda la vida sin conocernos, podríamos haber seguido así- que yo me enamorase de ti. Por muchos motivos. No voy a dar detalles ahora, pero ya te lo contaré, si quieres. Sin embargo, la idea de que tú llegases a sentir lo mismo se me antojaba... no se me antojaba nada, en realidad, ya que nunca pensé en ello. Supongo que tenía asumido que no pasaría, y ya está. Ni siquiera eso. Es que jamás me lo planteé. Hasta para ti fue una sorpresa, ¿no?

Es que, no sé, hay por ahí una historia "subterránea" que no conoces. Me refiero a los "meses previos". Te he contado ya bastante, lo de las notitas en el móvil, las apariciones no-tan-casuales, lo que yo pensaba y quería entonces -y me hace gracia: tú no te enterabas de nada... ¡y yo pensando que te estaba enviando señales claras como la luz del día!-. Pero todo era en teoría, en realidad. Veía innumerables complicaciones -que han resultado no ser tales, o no todas ellas, al menos-, y por eso no me decidía a pasar a la práctica. Tampoco me acompañaban las situaciones, los momentos, las oportunidades -aquí, el de la buena estrella proverbial de los sagitario eres tú; a mí no me ha tocado nada-. El caso es que, alguna vez, alguien me planteó la posibilidad, el "y si...", "¿y si él quisiera algo más?", "¿y si tuvieses la posibilidad de estar con él?". En fin, algo así. Y yo, "no, no". Bah. Ni siquiera me permitía el lujo de soñar con ello. ¿Para qué? Las cosas iban en una sola dirección y no había manera de cambiarlas. Mi compromiso con las circunstancias de ese momento era increíblemente fuerte. Nada podía hacerse, creía yo, y tampoco quería hacer nada extraño o fuera de lo normal. Yo estaba bien tal y como estaba y soñar era suficiente. Tal vez algo más contigo, pero muy poco más, si entiendes lo que quiero decir. Siempre pensé... no, no lo pensaba, estaba convencida de que tú y yo estábamos en mundos distintos, a niveles muy diferentes, y que no había manera de conciliar una cosa con otra. Había mucho de prejuicio en todo eso, claro -aunque no demasiado orgullo, más bien lo contrario-, y... bueno, en resumen, que nunca pensé que una persona como tú y una persona como yo pudiesen calar la una en la otra. Y fíjate. Yo, en realidad, nunca hice nada con la intención de que te enamorases de mí. Quería gustarte, sí, pero lo otro eran terrenos con enormes carteles de "prohibido el paso". Y fíjate, repito. ¿Cómo ha sucedido todo esto?

Sigo analizando, y analizando, hasta la náusea. No me hagas ni caso, de verdad. Al final, cuando me pongo así, yo misma termino no haciéndome ni caso.

****

Recuerdo, hace dos o tres viernes, cuando no podía dejar de reír. ¡Qué liberación! Ni siquiera sentía vergüenza de que me vieses así, ni me importaba nada intentar parar el ataque de risa. Recuerdo el viernes pasado, y la canción, "The killing moon", y tu espalda, y a ti, mirándome a los ojos. Recuerdo muchas cosas, y me fastidia no poder recordar cada segundo de cada uno de los viernes...

Ahora me voy a la cama, y seguiré recordando(te).

jueves, 26 de febrero de 2009

Día cinco

...y mañana es viernes. Un viernes distinto, pero viernes. Te quiero lo mismo cada día de la semana (o más, a medida que pasan) pero los viernes, lo sabes bien, son otra cosa. Mañana por la noche te echaré de menos más que nunca. Este viernes no será igual sin ti.

(Pero escribirte aquí es reconfortante. Y eso haré).

¿Sabes esos días, meses, años que pasan en un suspiro? También hay semanas que se hacen eternas. Hoy, por fin, he podido salir de mi encierro y he vuelto a recorrer las calles. Esas calles que siempre me parecen tan indiferentes me son tan queridas últimamente. Porque están llenas de ti, de algún modo. Lo mismo que te ocurre a ti: todo te recuerda a mí porque estás lleno de mí; me hago enorme y lo ocupo todo, exactamente igual que tú. Sé que no va a ocurrir, pero a veces tengo la sensación de que doblaré una esquina, o echaré un vistazo en un bar, y te encontraré allí. Algunas veces hablo como si te hubieses ido para siempre y después sonrío. Vuelves. Y esa es la única certeza a la que me quiero aferrar ahora.

¿Todavía me quieres?

miércoles, 25 de febrero de 2009

Día cuatro

El mensaje de anoche, además de inesperado -aunque después se hizo esperar-, me dejó prácticamente sin palabras. Yo deseaba responderte, decirte algo, pero después de todo lo que había leído... Vuelvo a formularte la pregunta que te hice una vez: ¿Tienes idea de lo que me haces?

Hoy ha sido un día-de-absolutamente-nada, variante visita vespertina. Gracias al cielo, porque hoy, simplemente, no me apetecía nada, y pasar el rato con un buen amigo me ha ayudado. Si no hubiese sido por eso, estar o no estar me habría dado lo mismo. Pasa algunas veces, la montaña rusa para y hay que esperar al siguiente viaje. Nada grave, mientras no se prolongue demasiado.

Volviendo al mensaje -vuelvo sin parar al mensaje, no puedo pensar en otra cosa salvo en el mensaje-, me gustaría decirte, aunque soy consciente de que va a sonar mal -y eso que es un elogio genuino-, que me encanta tu incontinencia verbal. Cuando me hablas sin parar, cuando no dejas de decirme cosas preciosas mientras me miras, y lo único que quiero es que sigas hablando, que no dejes de hablar jamás porque podría escucharte durante horas. Querría escucharte durante horas. Ayer, me parece, te ocurrió, creo que en pleno mensaje; mientras lo escribías hubo como un punto de inflexión. Todo iba bien, escribías el mensaje y, ¡zas!, de repente te entró la nostalgia y se convirtió en el mensaje más largo de la historia y en el más bonito que jamás haya recibido.

¿Me permites que te responda, aun sin citar?

Yo también te echo de menos, y puedes estar seguro de que tengo ganas. El viernes... serán dos viernes en total los que pasemos separados, ¿no? Bien, el viernes va a ser duro, probablemente sea el día más duro, pero estaré contenta simplemente recordando... Me meteré en la cama y pensaré que es viernes, y todo lo que eso significa -ya sabes lo mucho que me gusta cuando algo significa algo-. Me gusta que me mires, y sé que llevas mi foto ahí. Yo también he puesto una tuya, y tal vez sea por ese motivo que últimamente miro el móvil con tanta frecuencia. La distancia, después de todo, y aun con sus inconvenientes, creo que está resultando útil. A mí también me sirve para darme cuenta de cosas, aunque ya las supiese, pero imagino que la mejor manera de llegar a saber algo es cuando ese algo te golpea en la frente. ¿Crees que quiero escapar? ¿Qué sentido tendría escapar de algo que me hace tan feliz? No estás ni eres pesado, ya te he dicho (muchas veces) que me encanta, que me encantas. Y sí, eso ya me lo has dicho, pero puedes decírmelo cuantas veces quieras. Te dejo: estoy dispuesta a solucionar los inconvenientes de los que puedo ocuparme y, una vez esté todo resuelto, quiero darme prisa. Lanzarme cuanto antes. Ni me lo voy a pensar. Ya sabes que últimamente apenas pienso, y todo esto está saliendo tan bien que a lo mejor de eso se trata, de dejar de pensar.

Y no lo dudes, amor: te sigo queriendo.

martes, 24 de febrero de 2009

Día tres

No hay nada mejor que despertarse -tarde, porque ese es el privilegio de los que nos ponemos enfermos, tal vez por una excesiva tendencia a somatizar- y ver que hay dos mensajes tuyos -¡y qué mensajes!-.

Lo primero, no quiero que te duela nada y mucho menos los sentimientos. Estás de vacaciones "en un entorno paradisíaco", etc, que imagino que así es descrito por los folletos de viaje, así que nada de dolores. Te lo digo muy en serio. Quiero que vuelvas feliz, y moreno, y tan adorable como siempre. Y con un montón de historias para contarme. Es posible que ahora, y por un tiempo limitado, estemos lejos físicamente, geográficamente pero, paradójicamente, es este tipo de situaciones las que más acercan a dos personas. Por mi parte, y pasados los dos primeros días, que son los peores, supongo, estoy cada vez mejor -de ánimo-. Aquí hace sol, tengo cosas que hacer, escucho a Morrissey y tengo a mi disposición los suficientes recuerdos de ti, de los dos juntos, como para pasar varios meses -y sólo serán quince días-. Además de eso, no sé por qué, la ausencia me está ayudando a creer más en ti, a confiar más en ti y a tener menos vértigo, aun cuando las cosas -todavía- me parece que van rápido. Pero ya no me importa. Quiero decir que algunas veces sentí que si íbamos quemando tan rápido toda nuestra pólvora, pronto nos quedaríamos sin nada pero, pensándolo bien, tal vez tengamos recursos ilimitados a los que acudir siempre que queramos. Siempre. La fuente no tiene que agotarse necesariamente en unos pocos meses. ¿De dónde habré sacado esa estúpida idea?

Tengo ganas de decirte muchas cosas y no quiero dosificarme ni sentir vergüenza. Tal vez no sea la mejor idea del mundo hablar tan abiertamente de mis sentimientos en un blog público pero, ahora mismo, me siento en un estado de locura transitoria y me apetece hacer locuras. Decirte aquí que te amo es como gritar. Como aullar. ¿Sabes cuánto tiempo hace que no aúllo? (Años). ¿Sabes cuánto tiempo hacía que no era tan feliz? (Ni lo recuerdo). Feliz, sí, sí, entiéndeme, he tenido mis momentos. Todo iba bien, incluso antes de conocerte, pero esta euforia... es como beberse un chupito de tequila de un trago, es como -¿me atreveré a decirlo?- los orgasmos que me haces sentir. Como dormirme y despertarme y ver que estás a mi lado, mirándome. Es algo perfecto, no le falta ni le sobra nada.

En otro orden de cosas, estoy releyendo un libro que siempre me ha encantado. Voy a hacerme con él para ti -no es una novela-, creo que es importante que lo leas, y creo que te gustará. No sabes cuánto me gusta que leas los libros que te recomiendo -aunque sean novelas-.

Ah, ¿y sabes qué? Cada vez me importa menos el porqué. De verdad. A mí me da por analizarlo todo siempre, ya lo sabes. Es un problema, como te dije en una de las cartas, pero también es una manera de tenerlo todo bajo control, al menos ilusoriamente. El control siempre ha sido demasiado importante para mí porque todo me asusta, casi cualquier situación puede provocarme ansiedad, y el control es un recurso para, al menos, bajar un poquito los niveles de estrés, pero estoy empezando a entender que el amor no es algo que pueda tenerse bajo control -y ahora mismo lo estoy demostrando, escribiendo aquí todo esto-. Yo podría decirte que me iba enamorando de ti cada día, sin siquiera haber cruzado una palabra contigo. Podría mencionarte miles de detalles que me encantaban, que me hacían buscarte todo el tiempo, y otros miles que he ido descubriendo después. Podría hacer una maldita lista si quisiera pero, ¿de qué serviría eso? Si al final tú tienes razón y el amor es algo que uno siente sin más. ¡Ni menos!

Dos días (¿dos?) sin poder comunicarnos. Mmmm. Ahora es cuando echo de menos esos poderes telepáticos que nunca tuve. Y aun así, ya no me parece tan duro. Te echo de menos pero cada día me siento mejor, más feliz, más contenta. Porque imagino lo bien que te lo estarás pasando y porque las cosas van cada vez mejor, puedo sentirlo. Puedo sentir claramente tu amor por mí (ah, bendita empatía) y no te haces una idea de cuánta fuerza me da, para todo y en todos los sentidos.

Seguimos en contacto (yo también te llevo en el corazón). Te quiero, amor.

lunes, 23 de febrero de 2009

Día dos

¿Te he dicho alguna vez que quiero una vida normal (contigo)? Y que te quiero, ¿te lo he dicho alguna vez?

Recuerdo que esto último te lo dije una vez, aunque me costó. Tuve que pensarlo un par de minutos, pero decidí que sí, que así era en aquel momento. Que te quería. Y te lo seguí diciendo, y hasta hoy.

Pero lo importante no son todas las veces que te lo he dicho hasta ahora, sino tooodas las veces que te lo diré, todo lo que me queda por decirte, los besos que aún tengo que darte, las caricias que aún no te he hecho y cada día, cada noche que nos quedan por pasar juntos.

¿Has leído la carta?

(te echo de menos)

domingo, 22 de febrero de 2009

Día uno

Dentro de unos minutos, tu avión despegará. No me gusta demasiado hacer esto -exponer aquí cómo me estoy sintiendo ahora mismo-, pero creo que lo necesito. Escribir. Escribir sobre ti, sobre lo que siento, es dar forma a los pensamientos en lugar de dejarlos atrapados dentro. Escribir, una vez más, como una forma de terapia.

Ayer salí por la tarde y pasé por delante de varios sitios que ya, inevitablemente, me recuerdan a ti. Es increíble comprobar que esas calles han quedado ya impregnadas por el recuerdo de tantos meses -estos dos últimos que hemos pasado juntos, y todos los anteriores cuando, ya sabes, yo trataba de verte aparecer y, sobre todo, de hacerme visible para ti-. Era un consuelo (aunque la palabra "consuelo" sea tan inexacta en este caso) saber que no estabas tan lejos, que el tiempo pasa rápido, que regresas y, sobre todo, que regresas a mí. No voy a permitirme tener miedo a ese respecto. Lo que ambos sentimos, lo que sentimos el uno por el otro, está para mí muy claro, así que, sí, créeme cuando te digo que por fin te creo. Y sigo siendo feliz, a pesar de que ahora esté experimentando síntomas de algo así como "síndrome de abstinencia". Pero mejor quédate con esto: soy feliz. Me haces tremendamente feliz. De verdad.

Diviértete mucho, aprovecha el tiempo, vuelve con un montón de experiencias nuevas. Yo te espero aquí, ya lo sabes. Y estoy muy contenta por ti.

...tu avión está a punto de salir...

(te amo)