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Querido Y Viejo Tigre Que Duerme:

viernes, 20 de julio de 2007

Días-de-absolutamente-nada

Hoy es uno de esos días-de-absolutamente-nada, de la variante de-los-que-prometían. Esto es, uno de esos días para los que una tenía planes, planes que incluso le apetecía llevar a cabo, pero que se tuercen desde el primer momento y resultan ser incluso más vacíos e insulsos que los otros días-de-absolutamente-nada habituales o pertenecientes a otras variantes.

Me he despertado escandalosamente pronto después de haber dormido alarmantemente poco. Como estoy medio liada con un proyecto sobre sueños lúcidos -sobre el que escribiré información en el momento en que pueda ordenarlo todo un poco-, he tenido que buscarme una luz improvisada -la del móvil- para garabatear en un papel el sueño de esta noche -¡con un boli de tinta lila!-. Y no he podido volver a dormir, así que ahora estoy pensando seriamente si no sería conveniente ponerme un artefacto como el que le hacían llevar al prota de la Naranja Mecánica en los ojos para que no los cerrase. Y, después, tras una serie de infortunadas coincidencias, he visto cómo todos mis planes para hoy se derrumbaban poco a poco. No es que me importe mucho en realidad, y además estoy demasiado cansada como para enfadarme o quejarme a los dioses, pero lo que sí me molesta un poquito es en lo que se ha convertido el día. No es para menos.

Lo curioso de los días-de-absolutamente-nada es que son densos y tienden a prolongarse en el tiempo, de modo que, si te descuidas, te encuentras a veces teniendo semanas-de-absolutamente-nada cuando en principio todo parecía ir bien, normal. Es decir, esos días son capaces de ocuparlo absolutamente todo, y la sensación es bastante desconcertante. No son mini depresiones y tampoco son días rojos à la Holly Golightly. Son... algo distinto. Algo pesado, informe y posiblemente indefinible.

Mis días-de-absolutamente-nada preferidos son los de la variante en-las-nubes. Típico ejemplo de esos días es cuando una se enamora o cuando, después de buscar un libro durante años, por fin lo encuentras en un rincón de una vieja librería y no quieres ni tocarlo. Sólo puedes dejarlo sobre una mesa y mirarlo extasiada largo rato mientras piensas "cielos, por fin, por fin". También me gusta la variante como-en-sueños porque tiene una dosis de surrealismo que anima mucho las cosas. En esos días tienes la sensación de que podrías volar si te esforzases lo suficiente -de ahí el surrealismo.

Lo único bueno de hoy es que tengo ganas de escribir, a pesar de que apenas pueda mantener los ojos abiertos o expresarme con coherencia. Pero con eso ya me doy por satisfecha. Hoy sí.

domingo, 15 de julio de 2007

Si no hablas de ello, no existe

Esa es la actitud cuando se tiene miedo. Si no lo mencionas, no existe. Si no piensas en ello, no debes preocuparte. No está ahí, por más que uno sienta la melancolía flotante, y el dolor de cabeza también flotante, y la sensación de que hay una extraña criatura en tu alma luchando por salir, y gritando, y maldiciendo. Pero si no se verbaliza, si no hay manera de ponerlo en palabras, no pasa nada. Acuéstate y mañana todo habrá sido un mal sueño.

Tengo aproximadamente treinta minutos antes de caer de bruces sobre la cama. Ahora recuerdo algo: él me dijo que, al acabar el día, siempre lo repasaba, el día, de principio a fin. Me pareció sabio. Me pareció, viniendo de él, una de estas pequeñas enseñanzas no requeridas que el universo (o los dioses, o los sabios de la montaña) te otorgan porque sí. Como un regalo. Ahí lo tienes: eres libre de usarlo o de ignorarlo. Tú verás.

Llevo algunos años tratando de averiguar la verdad que se esconde detrás de las cosas, de todas las cosas. En caso de que sea algo más que una quimera absurda o algo del todo imposible, -que no lo es-, ¿qué ocurriría al alcanzar dicho conocimiento? ¿Cómo un vulgar mortal, una ridícula personita que no tiene ni idea siquiera de qué coño está haciendo aquí o de cómo manejar su propia vida, podría encajar una verdad de tal poder? ¿No sería demasiado? ¿No le estallaría la cabeza? ¿No es pretenciosa la sola idea de intentar algo así?

Relatos sobre la Iluminación he leído unos cuantos. Gente que tal vez llegó a ese punto de elevada comprensión -NW. siempre dice que lo malo de los seres humanos no es que carezcamos de inteligencia, sino que la mayoría carecemos de capacidad de comprensión... y debo añadir que lo dice sin ningún tipo de arrogancia, pues la arrogancia no se hizo para personas como él-, gente que llegó allí, digo, y no sólo no tuvo problemas del tipo de cabezas estallando, sino que incluso experimentó algo como una especie de fusión con la Conciencia del Universo. No es sencillo para mí hablar de esto cuando sólo he experimentado parciales, diminutas y limitadas iluminacioncillas. Como cuando estaba en el instituto estudiando la parte de lógica del temario de Filosofía y creí, en un momento dado, entender de qué iba todo aquello. Esa bombillita que se enciende de improviso en algún lugar de la casa, posiblemente la salita de estar o la habitación principal.

No sé... Es sábado por la noche y en lugar de estar por ahí nublando mi entendimiento con cervezas -la opción más sana en este preciso momento-, estoy aquí en pleno desvarío, hablando conmigo misma -¡y exponiendo la conversación, en tiempo real, en un blog, cielo santo!- de cosas que al fin y al cabo ni siquiera puedo expresar correctamente. Ésa debe de ser la señal. Es hora de ir a la cama, me parece. Rápido. Rápido y lentamente.

sábado, 14 de julio de 2007

Posibilidades infinitas

¡Demonios!

¿Recuerdas el último día cuando me mencionaste una canción, que era tu canción favorita de todos los tiempos? En aquel momento, a pesar de haberla escuchado en muchas ocasiones, no tenía la letra en la cabeza así que no supe demasiado bien a qué te referías. Ahora acabo de escucharla y me he dado cuenta de que me estabas hablando de un tema en el que he pensado unas diez mil veces. No sólo eso, sino que incluso pensé en escribir un relato sobre ese mismo tema. (En tareas pendientes, como otras tantas cosas).

He pensado mucho, me he preguntado tantas veces en qué podría haberse convertido mi vida si todo hubiese seguido por el camino establecido, si las cosas no hubiesen cambiado radicalmente en algún punto de dicho camino. Y antes fantaseaba con todas las vidas que hubiese podido vivir -aún lo hago, aunque ahora es distinto- y todo el éxito personal que, creía, debí alcanzar. Alguien me dijo una vez que no hay infinitas posibilidades, que las posibilidades para una persona son limitadas. Como soy, sobre todas las cosas, una idealista sin remedio, en principio no comprendí a qué se refería pero, una vez hube pensado en ello, tuve que reconocer que aquella persona tenía razón. Las posibilidades en la vida de una persona son limitadas. Nadie puede ser, y me viene a la cabeza aquella maravillosa película, Irma la Dulce, como el barman de aquel bar donde se juntaban todos los personajes. Catedrático de universidad y asesino a sueldo, alpinista, conductor de camellos en el desierto y pintor abstracto. Escritor, sociólogo, detective, pisaverde y archivista, ¡todo al mismo tiempo! Mmm, ¿te imaginas lo divertido que sería poder escoger cada día, como escogemos la ropa en la mañana, la vida que uno va a vivir? ¿Te imaginas que no hubiese futuro, o que a nadie le preocupase, que sólo viviésemos el instante presente tal y como hemos decidido hacerlo? Y el día siguiente sería algo totalmente nuevo. Sé que tú lo intentas, a pesar de todo, sé que intentas vivir todas las vidas posibles y me divierte, y me encanta. Al menos no podrás decir que has pasado por esta vida sin aprender todo lo posible.

¿Cómo lo haces para hablarme siempre de cosas que secretamente me obsesionan? (Tampoco he olvidado lo de, en palabras de Castaneda, los "pinches tiranos") ¿Cómo es posible que escojas los temas con tanta precisión? ¿Es que me conoces de antes o es simplemente una casualidad (¿existirán?) como esas que tanto me gusta analizar?

¿No empieza a ser peligroso todo esto?

lunes, 9 de julio de 2007

El desván donde vives

Odio leer las cartas antiguas, odio las antiguas conversaciones. Esta noche no tengo sueño. Podría haber ido a la cama, pero me he quedado aquí, como tantas otras veces, y no he podido evitar abrir la caja de los recuerdos. “Será divertido”, he pensado. Pero no, no lo ha sido. Sólo me ha hecho recordar.

Hay dentro de mí como una especie de desván, con una puerta que no se abre nunca. En el desván hay un viejo sillón desvencijado de color granate, una cama antiquísima, de las que hacen ruido con sólo mirarlas, un maniquí sin cabeza, dos sillas, una con sólo tres patas y la otra desfondada, y un enorme baúl cubierto de polvo. En el techo hay unas cuantas telarañas y una claraboya sucia. Dentro de ese baúl guardo tus recuerdos, nuestros recuerdos. Y el desván es la habitación donde vives, donde te dejé atrapado, como un fantasma, incapaz de atravesar las paredes. Hoy he entrado al desván, he girado la llave en la cerradura y he visto los viejos objetos olvidados. Y el baúl... Cuando alguien entra en esta habitación, cuando alguien, en pleno ataque de insensatez, entra en esta habitación ya no hay vuelta atrás. Ha de sentarse en el horrible sillón pasado de moda, debe mirar el maniquí guillotinado y tiene, necesariamente, que abrir el baúl y enfrentarse a lo que hay allí.

Tu forma de escribir, tu curiosa forma de hablar, tan elegante, tan original. Tu manera de hacer las cosas, siempre tan tú. Todo siempre tan tú. Demonios. Cómo pude confundirte alguna vez con alguien más. Cómo pude dudar de tus frases, de tu estilo. Esas cartas son lo que alguna vez fuiste para mí, lo que hoy continúas siendo.

No, no te quiero. Pero esto me hace a recordar que te quise demasiado. Y no, no me gusta recordarlo.

Mañana lo habré olvidado.

viernes, 6 de julio de 2007

Volar

En mi Reproductor de Windows Media he inaugurado una nueva lista temática que he titulado "Música para volar". Surgió la idea mientras escuchaba un tema de Arvo Pärt y apenas podía concentrarme en lo que estaba haciendo. De hecho, ni siquiera ahora recuerdo qué hacía porque, al comenzar a escuchar la canción, tuve la sensación de haber desplegado unas alas imaginarias y haber emprendido el vuelo.

El ser humano, pienso, siempre ha tenido esa pasión, ese sueño de volar. Como los pájaros, como los superhéroes. Una vez escribí un relato muy corto que siempre me ha gustado mucho. Consistía en un diálogo entre dos personas, muy teatral y muy absurdo. Un tipo, un fanático quizás, o un loco, con una de esas solicitudes para reunir firmas le pide a un despistado y confuso transeúnte que firme para que los científicos desarrollen un sistema por el cual las generaciones venideras podrían desarrollar alas y, así, poder volar, igual que los pájaros.

Aquí está:

-Respecto a esas especies de pájaros que son tan difíciles de encontrar, le diré que no tengo nada en contra. Y sin embargo...

-¿Sin embargo...?


-Sin embargo no me gustan nada. No me gustan sus picos, ni sus cuerpecitos pequeños. Y el hecho de que puedan volar... eso me molesta especialmente.

-¿Volar?

-Sí. Volar.

-Ah... claro. ¿Y... y por qué?

-Verá, la facultad de volar es sumamente apreciada entre los miembros de nuestra comunidad. Nos molesta el hecho de que algunos seres, a todas luces privilegiados, puedan volar y nosotros no seamos capaces. Luchamos contra esa clase de injusticias, ¿sabe?

-Oh, sí.

-Sabemos perfectamente que nosotros ya no podemos hacer nada, pero nuestros científicos están estudiando la forma de conseguir que a las futuras generaciones les salgan alas, además de brazos, claro. Los brazos son muy útiles.

-Entiendo. ¿Y con qué fin?

-¡Jamás había escuchado una pregunta tan estúpida! ¿Con qué fin? ¡Nosotros queremos volar, claro! Tenemos derecho a hacerlo.

-Oh, sí, sí. Desde luego. Muy sensato...

(Pausa. Ambos se quedan callados, muy serios, mirando al suelo).

-Oh, qué lástima. Acabo... acabo de recordar que tengo que irme. Verá... es que tengo... una cita importante.


-Claro, claro. Pero, ¿le importaría firmar aquí antes de marcharse?

-E...encantado.

Como decía, siempre me gustó el tono absurdo de este pequeño diálogo. Siempre me gustó el hecho de que el hombre de las firmas expusiese su extravagante punto de vista con una lógica a prueba de bombas, y la actitud del extrañado transeúnte, que ni siquiera puede recobrarse lo suficiente de su sorpresa como para negarse a firmar.

Volar... Desde luego, nunca nos crecerán alas como a los pájaros. Sería grotesco, por otra parte. Y están los aviones, el paracaidismo pero, no nos engañemos: no es lo mismo. Sin embargo, es posible hacerlo con la imaginación, como nuestro último recurso. O en sueños. ¿Quién no voló en sueños? ¿Quién no sintió el fuerte viento en el rostro, la sensación de velocidad? ¿Quién no imaginó ser un caballo alado, o montar uno de ellos, y alejarse por el aire, no ser más que un punto pequeño en el cielo?

Volar... Esta es una tarde perfecta para volar. O para coger el coche y perderse. Sin preocuparse de nada, sin pensar, sin querer saber.