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Querido Y Viejo Tigre Que Duerme:

miércoles, 4 de marzo de 2009

Día once

Oh, cielos, por fin mi pc funciona como un pc normal y no como un pc anciano, renqueante y que ruega poder exhalar su último... ¿qué exhalan los ordenadores?, ¿bits? Como sea. Vaya, que por fin me lo han formateado y tanta velocidad me abruma y me maravilla a partes iguales.

Resulta que al final no había acabado el lunes esto que estoy haciendo. Esta mañana he vuelto a ir, y el miércoles que viene voy otra vez -porque me apetece, básicamente. No sé si se van a poder librar de mí. Jo, me van a tener que tirar por la ventana, o algo así. O engañarme y cambiar el centro de sitio (pero al final les encontraría). Aunque, bueno, me he portado bien, así que no creo que puedan tener quejas. Ya sabes que soy buena siempre. O casi...

De nuevo me siento huérfana de noticias tuyas, de tu voz, de... tantas cosas. Pero bastante has hecho ya. Quiero decir, demonios, estás de vacaciones y todos los días te has puesto en contacto conmigo de alguna manera. Y no sabes cuánto te lo agradezco porque por aquí las cosas no han ido o no están yendo como esperaba. Ahora estoy bien. Es curioso pero creo que si siempre he sido tan constante y responsable para estudiar es, en parte, porque el estudio me anestesia. Si logro un nivel adecuado de concentración -y no suele costarme; lo que me cuesta es ponerme, como a todo el mundo- el mundo desaparece, todo se difumina en negro y sólo existimos los apuntes y yo. Es algo así como cuando estoy contigo, sólo que mucho menos romántico.

(Me he acordado ahora de uno de esos momentos que religiosamente apuntaba en forma de notita en mi registro, con un estilo tan cursi y ñoño que probablemente merezco ir al infierno de escritores de notitas. Fue la primera o la segunda vez que me saludaste. Ya te he hablado de esa nota, y de los violines, y del mundo alrededor congelado, y de todos los malditos clichés que me salen cuando pretendo hablar de algo tan importante como es lo que siento por ti; el amor, en definitiva, que es un sentimiento tan sorprendente en todos los sentidos, tan cambiante, tan... químico, o eso dicen, y que cuando se pretende hablar de él se le llena a uno la boca de lugares comunes tan aburridos que deshonran al propio sentimiento. Es decir, y como no soy capaz de hacerlo -y como hoy estoy hipercrítica, parece-, a lo mejor bastaría con decir, simplemente, que te quiero, o decir algo inventado, o decir algo en un idioma inventado, algo así como "te melon" -en sindarin-, o decir "ijjj libe dijjj", como dices tú, en alemán -jijiji- o decir aquello de "idem" como decían en esa tortura apastelada que es la peli "Ghost" o no decir nada y simplemente besarte, mirarte a los ojos y dejar que te imagines el resto, que traduzcas en palabras, o en imágenes, o en sentimientos, o en lo que quieras, lo que en efecto te estoy diciendo sin hablar cada vez que te miro, cada vez que te beso, cada vez que hacemos el amor).

Ya sabes lo que siento, ¿no? Lo demás sobra (al menos hoy).

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