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Querido Y Viejo Tigre Que Duerme:

domingo, 15 de julio de 2007

Si no hablas de ello, no existe

Esa es la actitud cuando se tiene miedo. Si no lo mencionas, no existe. Si no piensas en ello, no debes preocuparte. No está ahí, por más que uno sienta la melancolía flotante, y el dolor de cabeza también flotante, y la sensación de que hay una extraña criatura en tu alma luchando por salir, y gritando, y maldiciendo. Pero si no se verbaliza, si no hay manera de ponerlo en palabras, no pasa nada. Acuéstate y mañana todo habrá sido un mal sueño.

Tengo aproximadamente treinta minutos antes de caer de bruces sobre la cama. Ahora recuerdo algo: él me dijo que, al acabar el día, siempre lo repasaba, el día, de principio a fin. Me pareció sabio. Me pareció, viniendo de él, una de estas pequeñas enseñanzas no requeridas que el universo (o los dioses, o los sabios de la montaña) te otorgan porque sí. Como un regalo. Ahí lo tienes: eres libre de usarlo o de ignorarlo. Tú verás.

Llevo algunos años tratando de averiguar la verdad que se esconde detrás de las cosas, de todas las cosas. En caso de que sea algo más que una quimera absurda o algo del todo imposible, -que no lo es-, ¿qué ocurriría al alcanzar dicho conocimiento? ¿Cómo un vulgar mortal, una ridícula personita que no tiene ni idea siquiera de qué coño está haciendo aquí o de cómo manejar su propia vida, podría encajar una verdad de tal poder? ¿No sería demasiado? ¿No le estallaría la cabeza? ¿No es pretenciosa la sola idea de intentar algo así?

Relatos sobre la Iluminación he leído unos cuantos. Gente que tal vez llegó a ese punto de elevada comprensión -NW. siempre dice que lo malo de los seres humanos no es que carezcamos de inteligencia, sino que la mayoría carecemos de capacidad de comprensión... y debo añadir que lo dice sin ningún tipo de arrogancia, pues la arrogancia no se hizo para personas como él-, gente que llegó allí, digo, y no sólo no tuvo problemas del tipo de cabezas estallando, sino que incluso experimentó algo como una especie de fusión con la Conciencia del Universo. No es sencillo para mí hablar de esto cuando sólo he experimentado parciales, diminutas y limitadas iluminacioncillas. Como cuando estaba en el instituto estudiando la parte de lógica del temario de Filosofía y creí, en un momento dado, entender de qué iba todo aquello. Esa bombillita que se enciende de improviso en algún lugar de la casa, posiblemente la salita de estar o la habitación principal.

No sé... Es sábado por la noche y en lugar de estar por ahí nublando mi entendimiento con cervezas -la opción más sana en este preciso momento-, estoy aquí en pleno desvarío, hablando conmigo misma -¡y exponiendo la conversación, en tiempo real, en un blog, cielo santo!- de cosas que al fin y al cabo ni siquiera puedo expresar correctamente. Ésa debe de ser la señal. Es hora de ir a la cama, me parece. Rápido. Rápido y lentamente.

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