Pesadilla
Estoy acostada en la cama, en mi habitación. Me veo desde fuera, como siempre sucede en mis sueños. Mi cuarto está tenuemente iluminado por una luz azul, me recuerda a alguna película de David Lynch. Todo parece estar en orden, sin embargo.
De pronto, súbitamente, abro los ojos. Sacudo los brazos, las piernas, como si doliesen o como si tuviese miedo de no poder moverlos más. Me incorporo en la cama, miro a los lados. Busco algo, o a alguien. Pero no sé qué busco. Siempre busco algo. Siempre tengo la sensación de estar buscando algo más.
Me levanto de la cama y miro por la ventana. Sólo veo oscuridad. También veo el silencio, es amargo, o ácido. Mis sensaciones se confunden y una música comienza a sonar en algún sitio. Un violín, solo, suena melancólico y me asusta un poco. Quiero que pare, y para. Quiero que vuelva a sonar, y vuelve a sonar. Luego para, del todo.
Miro a mi alrededor y ya no estoy en mi habitación, sino en algún otro sitio. En una calle de una ciudad que no reconozco, aunque se parece a miles de calles en miles de ciudades. No es una calle, no está en ninguna ciudad, sólo en el plano onírico. Camino cubierta sólo por mi camisón, sin ropa interior. Hay gente sentada en el suelo, mirándome. No me importa. Camino, de nuevo, como buscando algo. Impaciente por no encontrarlo. Desesperada por no saber qué es.
Estoy en una plaza, sin saber cómo he llegado hasta allí. Hay mucha gente, cientos de personas mirando al cielo. Los observo, algunos me observan a mí, con curiosidad. Me siento extranjera. Sé que soy una extraña allí. No quiero mirar al cielo. Veré algo horrible si lo hago. Me siento en el suelo y, abrazándome las rodillas, comienzo a mecerme hacia delante y hacia atrás. Noto, en este momento que, a pesar de haber tanta gente, la plaza está en completo silencio. Un hombre que (re)conozco se acerca a mí. Está tocando el violín, una música melancólica que me da miedo. Cierro los ojos y, con los labios apretados, comienzo a llorar...
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