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Querido Y Viejo Tigre Que Duerme:

miércoles, 12 de septiembre de 2007

El recuerdo olvidado

Él la ignora. Ella le ignora. Hace más de un mes que ella no se ha dejado ver por el lugar de siempre. Pensó en simplificar su vida, en deshacerse de lo no útil o de lo no posible y él, que entraba en la segunda categoría, hubo de convertirse en otro recuerdo. No un recuerdo cualquiera. Ninguno de ellos puede ser, en realidad, un recuerdo cualquiera.

Él es un recuerdo olvidado. Forzado al destierro, destinado a las habitaciones invisibles, tras el proceso de olvido -o tras el intento de olvido-, él no es siquiera un fantasma. Sería más acertado decir que es una sombra. Algo que recuerda a algo que recuerda a algo, pero jamás lo suficientemente visible como para averiguar cuál fue el origen.

Y, sin embargo, cuando ella se pone a pensar, y pasa minutos con la mirada perdida, y en su mente sólo aparecen pensamientos sin forma, inidentificables, ella recuerda palabras y gestos, miradas, su voz, su sonrisa -fue siempre su sonrisa, desde el primer momento-. Y entonces ella hace un gesto en el aire con la mano, como para hacer que tales recuerdos, inapropiados, se desvanezcan de nuevo, se conviertan, una vez más, en la sombra olvidada.

Ellos jamás se buscan, aunque hubo un tiempo en que lo hicieron. Muy a pesar de ellos mismos, se buscaban con la mirada, con los pasos, que siempre los llevaban a los mismos lugares, con los labios y con las manos. Y las noches terminaban en estallidos de un placer con cierto sabor a felicidad y con un regusto final de pérdida. Ellos no se buscan pero, a través de otros, siguen manteniendo una especie de conexión. Ella no sabe de qué tipo, sólo siente cosas que no quiere analizar.

Él es un recuerdo convenientemente olvidado, una sombra eficazmente suprimida y, no obstante, algunas noches la sombra comienza a gritar, tal vez sólo para no olvidar su propia existencia, o para recordar que las sombras también tienen voz.

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