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Querido Y Viejo Tigre Que Duerme:

domingo, 9 de septiembre de 2007

La seducción lenta

Puede ocurrir, y de hecho ocurre en ocasiones, que estés en un bar tomando café con amigos, o sola, leyendo, o que simplemente estés allí, medio presente medio ausente, en tus pensamientos, y sientas, de repente, un par de ojos clavados en ti. Las personas tenemos facilidad para notar esas cosas, para saber cuándo alguien mira fijamente; cuestión de energías fluyendo o de supervivencia, o lo que sea. El caso es que se sabe. Entonces levantas la mirada y observas a la persona en cuestión que, en efecto, te está mirando, y tiene una expresión peculiar en el rostro, un tipo de expresión que apenas varía de una persona a otra. Y lo sabes. Sabes exactamente qué está pensando. Y te da exactamente igual. O casi.

Es posible que, después de ese primer contacto ocular sucedan otros, por pura curiosidad. Sin ninguna clase de interés real. Al principio es una suerte de extrañeza y ganas de saber por qué esa persona te mira de esa forma tan peculiar -aunque ya lo sepas, siempre hay una cierta confusión, una pieza que falta, algo más por descubrir-. Esa persona, la que mira, podrá interpretar a su vez qué significan tus miradas rápidas y constantes, sólo que su interpretación no siempre será acertada y más bien dependerá de su estado anímico en ese instante. Si se deja llevar por la euforia del momento, sentirá que puede proceder a un acercamiento. Si no, simplemente se rendirá, o se conformará, o esperará.

La noche -o la tarde, o la mañana- puede acabar así o de otras mil formas. Pero, en términos de conquista lenta, probablemente esa noche terminará con un par de pensamientos que, sin hacer mucho ruido, simplemente se perderán entre sueños.

Sin embargo, tal vez suceda que, contra todo pronóstico, comiences a encontrarte los días sucesivos con esa persona en todas partes. Sus miradas serán intensas, y la intensidad será inversamente proporcional al tiempo que tenga para mirarte. A más tiempo menos intensidad y viceversa. Así que si, en medio de un paseo, la oportunidad se confabula con esa persona, notarás cómo eres mentalmente desnudada por alguien en medio de la calle. Y sólo podrás dedicarte a mirar tus zapatos con un repentino y sorprendente interés mientras sientes que te arde la cara.

Esta situación se repetirá durante varios días seguidos, semanas, meses incluso. Tú normalmente tendrás la cabeza en otra parte -o en otros hombres- y los pensamientos dedicados a esa persona serán breves y residuales. Pero puede ocurrir, y esto es lo misterioso, que, después de algún tiempo, las miradas de esa persona de algún modo comiencen a empaparte, como la lluvia fina. Y cuando te quieres dar cuenta ya estás dentro del juego: no dejas de pensar en esos breves momentos de encuentro y reconocimiento. Con cierta sensación de vergüenza y un impulso que no es del todo decisión tuya, es posible que incluso comiences a provocar dichos encuentros. Coloridos adjetivos aparecerán de la nada para definir a ese hombre, y pensarás en él con términos tales como "guapo" o "feo" o "interesante" o "intrigante", o incluso "peligroso". Puede ser también que empieces a tener fantasías inconfesables referentes a esa persona que ni tan siquiera te ha saludado aún ni una sola vez, cuyo nombre no conoces y cuya actitud, por cierto, cada vez te intimida más, por mucho que su técnica no haya variado ni un ápice en las últimas semanas -pero sí tu disposición-.

Es la conquista lenta. Es cuando un hombre se empieza a colar sin permiso en tu vida y en tus pensamientos. Es cuando, de pronto, sólo te queda una cosa para salvarte y no caer finalmente en una tentación en la que, bien lo sabes, no es sensato ni conveniente caer: tu fuerza de voluntad.

Es de locos descubrir que es tan sencillo atascarse en la mente de una persona. Esta técnica lleva su tiempo, sí, pero al parecer da mejores resultados de lo que podría pensarse a nivel teórico.

Yo, no lo dudéis, me seguiré rebelando, me seguiré resistiendo a caer de bruces (en su cama, supongo). Pero lo cierto es que hoy me saludó por primera vez en todo este tiempo y yo le respondí con un débil "hola", pronunciado con voz ronca por tener la garganta seca, y creo que después hasta sonreí un poco mientras un repentino y extraordinario interés en mis zapatos se apoderaba de mí.

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