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Querido Y Viejo Tigre Que Duerme:

sábado, 8 de septiembre de 2007

Tranquilidad

Termina el verano y soplan los primeros vientos otoñales. De color dorado, caen sobre mí como una bendición. A pequeña escala siento algo que ha de parecerse a la felicidad. Es una sensación de bienestar y tranquilidad, nada espectacular, nada de efectos especiales. Es del tipo de emoción minúscula que casi nadie nota, pero yo, siempre obligada a emocionarme hasta la locura, siempre fiel a mi tendencia a desesperarme hasta bordear el abismo, poseo ahora una felicidad pequeñita y suave, como una bola plateada que flota ante mis ojos, hipnótica y bella.

Uh-oh.

Nuevas y sorprendentes perspectivas de trabajo para desempeñar una labor a la que nunca quise dedicarme, y sin embargo, me he sorprendido deseándolo, me he sorprendido queriendo hacerlo -¿me estaré volviendo valiente?-. No es probable que me contraten, pero el hecho de haberlo deseado, a pesar de todo, a pesar de mi reticencia, me sorprende y me mantiene con esperanza.

De nuevo, uh-oh.

Me tomé el mes de agosto para mí. Quise aprovechar el tiempo conmigo misma y con quien me apetecía estar. Rompí algunas relaciones que habían llegado a su fin de modo natural, abracé otras con más intensidad, con mayor grado de compromiso. No me rendí ante mi debilidad, la mayor de mis debilidades: pensar, pensar, pensar. Analizarlo todo sin llegar a conclusiones. No quise estropearlo. Tuve, lo confieso, días malos y días muy malos, y sólo raramente momentos buenos. Pensé que algo no estaba funcionando, que mi plan no estaba saliendo bien pero, ahora, escribo esto y soy tranquilidad. No es sólo que esté tranquila. En este preciso momento, soy pura tranquilidad.

Momentos raros y preciosos, bellos gracias a su extrañeza.

Sigo aquí, y tengo ganas de cantar.

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